5.4.11

Devoción por lo Auténtico [III]

Las vísceras del Juez

La razón instrumental pertenece a los adultos. No necesitaba que nada tuviera una función específica y, en cualquier caso, podía inventármela. El valor de cambio pertenece a los adultos. Las cosas valían lo que yo quería que valiesen, ni más ni menos. El océano y una piscina podían intercambiarse, según el momento.
El deseo sexual pertenece a los adultos: yo no quería acostarme con nadie, me enamoraba.

No me parece difícil hacerme a la idea de que todo acaba. De que nada dura para siempre. De que sólo el cambio permanece constante. Lo he oído muchas veces. Aprende lo máximo de las personas y de cada relación que mantengas. No te aferres a nada. Ya. No se necesita una carrera para comprender esta idea. Nos deslizamos por la vida sin pena ni gloria y permanecemos en paz con nosotros mismos. Lo difícil está en obviarlo. En elegir la eternidad. Mañana podríamos estar muertos pero nadie me robará este horizonte. Este beso. Esta mirada. La adrenalina, la victoria, la fuga, el encuentro.

No puedo rodearme de escépticos si quiero mantener las ganas de vivir. Eso que otros llaman madurez me aburre. Asumir que todo da igual. Que todo vale lo mismo. Que la gente viene y va. Acontecimientos, oportunidades, llámalo como quieras. Me hace sentir menos que nada. No quiero soltarme. Ni progresar. No me interesa el vacío. No busco aprender, aunque lo haga por accidente. No me importa crecer ni mejorar. Persigo mis obsesiones mientras dura la existencia. He visto mis expectativas cayendo en picado. He vivido los milagros. He llorado y he reído y me he convertido a veces en la persona más decepcionada de la Tierra.

Pero no importa. Porque no puedo rendirme. De tanto andar sin rumbo olvidé el camino a casa.

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