9.1.12

Los Amores Monstruos



Queridos lectores de Pequeños Monstruos Subterráneos,

Os llamo para comunicaros una importante noticia: se produce un hito en la historia del blog.
Sí, queridos amigos. Y no, no me refiero a que voy a publicar una entrada.
Ciertamente, también ello sería un hito en la historia del blog, especialmente en los últimos tiempos.
Pero no, lo que quería contaros es que he abierto un nuevo espacio virtual y, aunque muy probablemente seguiré pasándome por éste, centraré mis esfuerzos en el otro.

Este nuevo blog se denomina Los Amores Monstruos, en homenaje al poema El relámpago, de Arthur Rimbaud.

Y como cuento en la Bienvenida e introducción, con él pretendo compartir mis conclusiones respecto a mis experiencias y vivencias en el terreno de lo inconsciente y de lo oculto, de lo mágico y de lo místico, de lo demoníaco y de lo satánico.

Y para ello acompañaré mis ensayos, ilustraciones, poemas o relatos con biografías, traducciones y fragmentos de obras de otros autores que puedan, de algún modo, aportar información interesante sobre los asuntos que nos ocupan aquí.

Porque:

Las relaciones que estos temas guardan con los diferentes campos de la expresión artística son innumerables ya que es, mediante esta herramienta, como mejor se muestran tales cosas ante nuestros sentidos más básicos, aunque sea al profundizar en ellas cuando comprobemos que existen multitud de "sentidos dormidos", por llamarlos de algún modo, que previamente desconocíamos y que, no obstante, aguardaban pacientes a que los descubriéramos y despertásemos. Estos "sentidos ocultos", en un principio aletargados y atrofiados, están deseando ser activados y puestos en acción y, mediante su uso constante, nos haremos capaces de experimentar la realidad en multitud de variantes que quizá jamás habíamos ni siquiera imaginado.

Así que, bueno, como os he dicho, seguiré escribiendo en Pequeños Monstruos Subterráneos. Especialmente, aquí seguiré descargando toda mi rabia contra ese hipócrita y nauseabundo mundo de la superficie, en el cual me veo obligado a participar demasiadas veces para mi gusto, arrastrándome desde mi simpática cueva del Mal y lo Disoluto.

No, amigos, el mundo de ahí fuera no mola. Es el mundo interior, el que os aguarda impaciente a que lo descubráis, es ese a quien debéis prestar atención.

Sed siempre bienvenidos tanto aquí como en Los Amores Monstruos.

Khuai i'Eszmaill

29.12.11

A mis ojos, un cadáver


Con tus ideas de panfleto, con tus chascarrillos de citas de autores que escribieron libros que no has leído, pero cuyo contenido habéis masticado tú y tus compañeros y camaradas de bar en bar, de manifestación en manifestación, en el sindicato o en la asamblea o en la reunión política de turno, me sacas media sonrisa. Con tus críticas y sarcasmos rimbombantes, que nada saben de mi trayectoria ni de la de nadie, pero que tampoco nada necesitan saber para sus juicios apresurados y patéticos, me dejas frío. Me acuerdo de la pasión y el empuje que solía animarte, de las que no queda nada, y me entristezco.
Te miro y no te reconozco.

Como sintonizado en un canal de radio que no emite más que interferencias; como esas teleseries de hace décadas que siguen formando parte de los huecos de la parrilla televisiva habitual una y otra vez, sobre cuyos actores protagonistas sabes que en la actualidad habrán ya fallecido o resultarán físicamente irreconocibles y que, por tanto, probablemente no saquen jamás algo nuevo a pesar de lo relativamente recientes y cercanos que nos resultan los tiempos en que dichas teleseries fueron rodadas; como esos marxistas trasnochados que se empeñan en interpretar la realidad contemporánea empleando el mismo enfoque anquilosado en los inicios de la revolución industrial -cuando el capitalismo aún no había diluido toda frontera externa o interna, corporal o mental-; así te veo.

A punto de nieve para estatua de sal, mi petrificado amigo, fantaseando con surfear sobre la cresta de la ola mientras el agua te inunda garganta y pulmones y te ahoga, lamentable.
Tanto tiempo tirando de tus cadenas sin romperlas, no has aprendido ni una sola palabra clave para zafarte de las cárceles, y de tanto girar sobre ti mismo no sólo no te has liberado sino que te has enredado más de lo que estabas. Las cadenas te queman ahora la carne y, de tan a flor de piel, se te han olvidado por completo. Te piensas producto último de la evolución y miras al otro -que es cualquiera- como menos desarrollado que tú. Esa paja que te parece ver en el ojo ajeno no es sino la tuya, demasiado crecida y grotesca como para identificarla como propia, una pena.

Y aún peor cuando me cuentas, exorcizándome de tu presencia que, por supuesto, formo yo parte de tu grupo electo de super-hombres satisfechos. A cada instante una mutación es mi camino, ¿qué puedo decirte? La autocomplacencia es el arma más eficaz de la que disponen los rivales de la libertad, el crecimiento y la autonomía personales, ¡no seré yo quien dé munición al enemigo!

No, debo decirte, cuando tratas de incluirme en tu equipo, rotundamente no.
A diario me dedico a deshacerme de mis reglas, de mis credos, creando nuevos; y dispongo de una ética situacional que se adapta a las circunstancias en lugar de pretender adaptar las circunstancias a ella misma. No soy por tanto ejemplo de coherencia ninguno, ni lo busco, por el contrario integro mis contradicciones, dándoles la oportunidad de expresarse como quieran.
Concibo mi verdadera voluntad como algo auténtico y oculto, enterrado bajo capas de opinión y parloteo mental inútil, de prejuicios sobre mí mismo y mis deseos, de fronteras y barreras que hasta el momento he mantenido: torres invisibles de vigilancia de un imperio despótico -no sólo global, también interno-, que yo dejé a sus arquitectos construirme dentro, y que custodié amablemente bajo cientos de soles y lunas, ahora las derribo.

Y tú, inamovible como roca, sintiéndote eterno por no percibir embate alguno de los que recibes sin parar; la erosión del inevitable cambio te desgrana y desmonta, no te darás cuenta y habrás llegado a ser una parodia de todo aquello que detestas, más estático y estancado que quienes te rodean y a quienes gastas tu energía en despreciar constantemente.
No obstante, sobrevives, me lo demuestras al cacarear consignas que yo mismo grité en muchas ocasiones, no recuerdo si comprendiéndolas o no.

Te pavoneas con sorna como si hubieras, sólo tú, mantenido una cordura que ni sabes definir, porque está claro que, de cerca, nadie es normal. Y me miras como si fuera yo, y no tú, quien desperdicia su potencial.
Adelante, sigue haciéndolo, no me inquieta. Tal vez sólo me extrañe la manera en que la historia que nos contamos, justificación de cada acto realizado y cada palabra dicha, pueda mantenerse con semejante aplomo, sin dudar ni un solo instante de que sea ésta éso, una historia, un papel auto-asignado -y confirmado externamente- tan manido como cualquiera de los otros que los demás, de nuestro equipo o no, se empeñan constantemente en representar, qué tontería.

No, en absoluto navegamos en el mismo barco, ¡me hubiera lanzado al agua de cabeza!
Me angustia ese momento cristalizado que representas con tu rigidez, negando el dinamismo de la vida, impidiéndola fluir a través de ti, transformándote en un coágulo hinchado de ego y obstinación resentida que, si no ha matado a nadie todavía de aburrimiento, se encuentra en vías de implosión.
Tus seguridades y principios estables, fijos, te hacen, a mis ojos, un cadáver.

Rásgate las vestiduras, sacerdote: deshazte primero de cada uno de tus dioses, para desprenderte luego de tu hábito: de tu condición de esclavo -y de tu moral de esclavo-.
Descúbrete moribundo, emergiendo del lodo pútrido de tus verdades eternas y respira, ¡respira! Anima tu cuerpo atrofiado, dándole la actividad que necesita, ¡lo está rogando!
Destierra para siempre cada ídolo, proclámate hombre libre, infinito.
No te arrepentirás como yo no me he arrepentido, aunque al principio cueste tanto.
Porque el camino que atraviesa el Abismo es el único que, tarde o temprano, nos vemos obligados a cruzar.
Mejor pronto que tarde, aún con fuerzas que convalencientes, ¿no te parece?

23.12.11

Mis monstruos

Entre mis sentidos y el mundo han ido creciendo monstruos.
Si lo han hecho de repente, o si llevan ya largo tiempo allí, no lo sé. No puedo afirmar nada con seguridad. Pero diría que, de haber estado ahí siempre, no se los vio nunca tan grotescos ni bien alimentados.
Y si acaso fueran nuevos, se habrían presentado como de improviso, de la noche a la mañana, sin tiempo para preparativos ni bienvenidas, ni de las afectuosas ni de ningún otro tipo.
Atraídos por el plasma ardiente de las cordilleras psíquicas y los vértigos, de los choques frontales entre vehículos introspectivos y naves espaciales de genética arquitectura encadenada, reactivo que potencia a cada instante todo sueño y pesadilla, llegaron para quedarse.

Entidades que me definen, no han venido a atormentarme.
No llevan piel de verdugos ni de torturadores. No acuden a mi vida para hacérmela difícil o martirizarme.
Soy yo quien, aterrorizado por su brusca aparición, las rechaza sin miramientos, con desprecio o rehuyéndolos, provocando esa suerte de despecho del amigo que, en nuestros peores momentos, insiste en decirnos aquello que necesitamos oír pero que no queremos escuchar.
¡Qué poco agradecimiento mostraremos entonces, aunque admitamos con las horas y los años lo sensato en las palabras del amigo y lo irreflexivo en nuestros actos!

Lo mismo con mis monstruos. Llegaré a fingir que no los conozco de nada, y si acaso fueran advertidos por terceros,  una mano sostendría esa máscara de cordura que se me resbala mientras la otra los señala con el dedo y exclama: ¿Yo y éstos? ¡Nada que ver!

Un núcleo sólido, ¿verdad? ¡Eso espera de ti el grupo! De ti, de todos.
No quieren que pintes nada pero si vas a pintar, ¡no te salgas del lienzo!
Hablan las voces y las callo como puedo, tarea ardua de martillo, serpientes agitándose en un cofre muy pequeño, de paredes que a estas alturas comienzan a ceder.
Consignas tales que horrorizan a mis semejantes, ¿cómo compatibilizar poesía infernal de abisal retórica con esas expectativas vuestras?


Esos, mis demonios, mercuriales pero luminosos, en absoluto acomplejados por el inquietante empeño que yo y quienes me rodean ponemos en su destierro -no se los llamó ni trajo de lejos-, criaturas de la noche pero también crepusculares y, desde luego, compañeros a diario en el detalle y la inmensidad, ramas múltiples flexibles de árbol mutante, ocho flechas apuntando al infinito desde el vacío, creativo e informe Ginnungagap, cuna de gigantes.
Me atraviesan y rodean, me protegen y entrenan, espabilan y estimulan; amor me profesan incondicional e incuestionable: para ellos soy hermano, y también progenitor.
 ¡Los vi nacer! Cohesionados pero alerta, dispuestos de precisas fisuras no ordinarias, aficionados a la desintegración, fundiéndose más tarde; neonatos a la vez que ancianos, de madrugada y al atardecer.
Correosos barbilampiños, envueltos en gruesas capas de flujo bartholino, sufriendo de pubertad continua que les crece la barba y les cambia la voz. Jugando a ser adultos -como todos los infantes- se cansan antes que nadie, ¡poco se toman enserio!

Se derrumban torres y con ellas caen imperios, certezas organizadas bajo un plan no tan perfecto, reflejando la debilidad del dogma y su carmín casual, frívolo, que abren camino a la total aceptación. Reminiscencias de orgullo del castillo de arena -llámalo ego, personalidad-, volverán, y aquí estará, para hacerles frente, mi ejército cálido maldito de mandalas con dientes, geométricos como una vida sin relojes.
Alegres, saltarines, chisporrotean los míos corrosivos: a su paso dejan rastro de cáscaras de huevo.

17.12.11

Oasis que es abismo

No quiero dar paso alguno hacia delante
Hacia un abismo de oasis vestido
en cuya superficie alucino formas
sin paciencia y crédulo, me hundiré
cayendo, enredado trémulo
girando sobre los tobillos

Y ansío armonía entre tanto pico
son anhelos integradores
de simetría en esta ciudad natal,
desgastada, que se arropa sola
cubierta de nostalgia y miedos
y abocada por completo a devorarse
ingenua y agitada por sus niños

13.12.11

Habla el centro

Cada deseo es un puño,
en la boca del estómago
y lo prometido es deuda.
Susurrando pongo término
y no existe ya conflicto
para otros qué tragedia
hacernos uno solo
en la disolución.

Héroes de hoy en día

2. Soy como una roca en el espacio, y poco me importa la trayectoria ni el origen de otros cuerpos espaciales. De lejos puedo parecer casi inmóvil, pero si te me acercas, comprobarás que mi velocidad puede hacerte polvo.
Mi intención no es otra que mi voluntad de viajar. No pretendo causar daño, pero cuidado si se te pasa por la mente desviarme con tu poder gravitatorio: en una colisión, los dos cuerpos sufren.

3.
Somos hombres atípicos, capaces de irnos a casa contentos de decidir no tener sexo, en lugar de la vida cerda de tener que comerlo todo, follarlo todo y beberlo todo, sin más límite que el que nos ponen los demás.

7.12.11

Expectativas ajenas

Aún esperas que posea opinión fija y que me identifique con ella
que venere cada palabra que digo como a la Biblia sus creyentes
pero a cada instante elaboran ellos reinterpretaciones
que como ganzúas fuercen las puertas a abrirse,
para saltarse a la torera sus propios límites
aún con su Culpa estructural inevitable
-como buitres que sobrevuelan cadáveres-,
y si alguna vez por accidente alcanzaste
el sótano mutante tras mis ojos,
lo ignoraste en lo posible,
horrorizada.

6.12.11

Conversación entre amigos

Khuai-i-Eszmaill y su buen amigo, Bufón Satánico, mantienen una conversación intrincada y absurda durante horas, hasta quedar extasiados por la pura reverberancia del eco de sus voces en la jodida caverna de Platón, mientras el hombre ideal permanece allí colgado, ciego y hecho polvo, en la oscuridad.

¿Por qué sigues hablando como si algo tuviera sentido?
, pregunta Bufón Satánico.

¿Cambiaría algo si lo hiciera de otro modo?, inquiere Khuai, distraído.

Eso que dices parece contener mucho sentido. Me voy a cagar y luego a tomar el sol, sentencia Bufón, marchándose.

Para discutir el concepto de Biopoder



La esquematización teórica del poder sobre la vida como un poder con dos caras: disciplina sobre los individuos y control sobre las poblaciones, permite a Foucault mostrar lo que a su juicio conlleva una transformación fundamental del mundo contemporáneo: la entrada de la vida en la historia, es decir, de lo biológico en el campo de lo político. Sobre ese fondo se comprende el papel político de la sexualidad en el pensamiento de Foucault.

El esquema foucaultiano supone que a principios de la época clásica (concepto cronológicamente muy fluctuante en su obra, pero que se puede situar hacia el s. XVII), el poder se presentaba como una máquina de vigilancia y de disciplina, formando lo que Foucault denominaba «anatomo-política». El poder era visto como una herramienta para prohibir, para proscribir, para decir que ‘no’. En definitiva era un poder para dar muerte. Pero hacia la mitad del siglo XVIII, el cuerpo se empieza a considerar como el soporte de la vida (el ‘cuerpo especie’) y el poder se empieza a ver más como un instrumento de vigilancia que de castigo. Ello no significa que el poder deje de tener entre sus herramientas la posibilidad de matar (de la que sigue disponiendo en plenitud), pero no es la muerte lo primordial. El poder se concibe más bien como un instrumento para gestionar y administrar la vida (mediante la higiene, la escuela…) y como una aplicación de los procesos biológicos o biosociológicos a las masas humanas. Aparece un nuevo tipo de normatividad. Se empieza a usar la estadística para organizar el cuerpo de las gentes (estudiando cómo se casan, cuántos hijos tienen, su tasa de actividad, su ocio, etc.). Es la vida cotidiana de las gentes lo que pasa a controlarse cada vez más desde el poder político.
Bajo una apariencia de liberalismo, en realidad lo que sucede es que cada vez hay más regulación o normativización. La función del Estado se irá identificando progresivamente con ‘hacer vivir’: la disciplina, la formación y el control-regulación se justifican como instrumentos necesarios para mejorar y desarrollar la vida. Así la máquina de la vida y la máquina del Estado tienden a verse como un todo cada vez más unificado y difundido.

Así se introduce el concepto de «biopoder» como «explosión de técnicas diversas y numerosas para obtener el sometimiento [assujettissement] de los cuerpos y el control de las poblaciones. Se abre así la época del biopoder» [‘Derecho de muerte y poder sobre la vida’ en LA VOLUNTAD DE SABER (1976), primer volumen de su ‘Historia de la Sexualidad’]. No se puede admitir la hipótesis de un biopoder sin haber comprendido previamente que ese poder tenía como doble objetivo la incitación y el control. La biopolítica viene después de la anatomo-política porque el poder funciona de dos maneras: como disciplina (de una parte), pero también como control y gestión (por otra). El doble dispositivo disciplina/gestión resultó indispensable para el desarrollo del capitalismo.
Foucault podría ser leído como un intento de complementar a Marx: la máquina ofrece un modelo (reducción de costes, aumento de la eficacia) que será el que rige las relaciones de producción. El poder sobre los cuerpos rentabiliza a su vez la producción industrial. En un primer momento el poder es hobbesiano (poder de vida y de muerte), en un segundo momento el poder se vuelve más sutil, por así decirlo; se convierte en gestión. El poder-soberano se convierte en poder-médico. El biopoder se interesa por el urbanismo, por la gestión de las epidemias, por la higiene, es decir por la vida de la población. Ya no se trata de castigar sino de medicalizar, de higienizar, de controlar la salud, la demografía, los alimentos, etc. y para eso (para ‘normalizar’), el poder necesita de la estadística, como ciencia del Estado. Hay como un bucle o como una serpentina de «poder-saber» que actúa mediante toda una serie de técnicas de lo cotidiano para vigilar y corregir que permite desarrollar alianzas múltiples y conflictivas (por ejemplo entre jueces y médicos…). Así se crean nuevas figuras (el ‘delincuente’) y nuevos conceptos (la ‘peligrosidad’) con una gradación infinitesimal entre normalidad y anormalidad.
 
Pero aunque el ejercicio del poder es más ‘normalizador’ que jurídico, eso no significa que la actividad legislativa haya desaparecido. Lo que sucede, más bien, es que los mecanismos disciplinarios se superponen a un sistema de derechos cuya procedencia es enmascarada: los derechos sólo se ejercen (y sólo se piensan) desde la soberanía del Estado. Por eso las nuevas resistencias se formulan en los términos del derecho. Las resistencias emergen en nombre de una vida más afirmativa, más rica en posibilidades. El poder de la vida se opone al poder sobre la vida.
Hay una crítica muy obvia al planteamiento del problema de la «política de la vida»: para la teoría foucaultiana el poder se ejerce como represión, como control externo a los cuerpos. Pero desde Bernays sabemos muy bien (¿o muy mal?) que la gestión normalizadora de la vida no consiste sólo en la represión de los instintos o de los deseos y en la promoción de la seguridad (la higiene, la escuela, la cárcel), sino que toda vida es deseo y que ese deseo puede ser manipulado no ya como ‘poder’ sino básicamente en cuanto ‘consumo’ y marketing... No sólo hay normalización y disciplina de seguridad en la maquinaria del Estado. Lo fundamental hoy es crear las condiciones para que el cuidado y la promoción de la salud (mediante el deporte, la ropa, los artefactos de belleza, etc.) den dinero. No habría alternativa cuando la servidumbre es voluntaria.
De manera que la ‘liberación’ tiene algo de frágil, cuando no de ilusorio. Foucault habla de ‘sangre’ para referirse a la gestión tipo ‘antiguo régimen’ (la que está presente todavía en Sade) y de ‘sexualidad’ en la modernidad. Pero ¿es realmente esto tan diferente? Y una liberación de la sexualidad ¿no nos conduciría a la ‘sangre’ otra vez pero por la vía del uso suntuario de la riqueza?

Filosofia i pensament, Ramón Alcoberro

30.11.11

Verdadera Voluntad II



La densa niebla oscurece el fulgor de la estrella y merece la pena intentar disiparla, no importa cuán grande sea el esfuerzo que ello requiera.

La respuesta se encuentra siempre caminando en la cuerda floja sobre el abismo, y no es tonta: sabe que, entre la pereza del ciudadano desnaturalizado que habla de una espontaneidad que desconoce, y el autofustigamiento del reprimido que se percibe culpable, se encuentra el abanico de infinitas posibilidades sutiles de liberación, casi invisibles, ambiguas y oscilantes; si el camino pasa a través del dolor y del placer, de la abundancia y de la necesidad, a ella poco le importa: todo forma, en definitiva, parte de esa experiencia mágica que es la vida.

28.11.11

Verdadera Voluntad


La Verdadera Voluntad podría entenderse imaginando que navegamos en un bote por la inmensidad del océano en completa oscuridad -muchos de nosotros la mayor parte de nuestras vidas-, hasta que damos con el faro hacia el que nos sentimos atraídos irremediablemente.
La Verdadera Voluntad es ese faro en la oscuridad, esa "intuición perfecta" que nos indica el camino, nuestro camino.

Vivimos en una sociedad que, con su incesante ruido -que sólo trae más ruido-, nos induce a la confusión de creer que todos los pensamientos que nos sobrevienen a millares poseen la misma importancia y que nos hace identificarnos con ellos. Como un transistor roto que no emite más que interferencias, así funciona la mente del hombre y la mujer en la modernidad.

Silenciar la mente -"reprimir" los pensamientos-, consiste en apartar las nubes para poder ver el sol, para encontrarnos a nosotros mismos.


Reflexión y comentario al texto El juego del cambio de paradigmas de Miguel Algol para el Baile del Espíritu

23.11.11

Dios ser o no ser

La frivolidad,
devórala el Demonio
de apetito voraz,
tiznado de odio

Risa superflua,
arráncola extasiado,
y tristeza de pega,
ambas detesto

La miríada,
color petróleo
forzaros quisiera
a vencer el miedo

Tan pronto se pudiera
anhelamos
vuestra verdad
a enfrentar obligaros

Antes de marchar
nos proponemos
la encrucijada
evitar impedíos.

20.11.11

Caos II


Las lágrimas y gritos de las víctimas del orden empiezan a inundar de Caos nuestro vacío. El único mar que sabrá romper este Mosaico de las Mil Mentiras, en mil pedazos.
¡Espontáneas olas de ira, destruid el dique de esta Pesadilla y romped los hilos que os atan!

Caos I

Orden ama las líneas rectas y la muerte, y sus adoradores -conscientes o no-, temen la base de la pirámide y hacen todo lo posible para llegar a la punta donde esperan fundirse en uno con su Dios, que no es otro que la total aniquilación de la conciencia y la voluntad.

Caos (o Satán), es la fuerza de la vida, la espontaneidad y el deseo, la voluntad y el amor, la iluminación.

Las únicas sociedades que han experimentado lo que yo denominaría el Tao, o con otras palabras, la armonía entre ambos polos, son las sociedades llamadas "primitivas", las bandas y primeras tribus. Y, por supuesto, otras micro-sociedades -en el seno de sociedades más grandes- también han podido desarrollar cierto grado de armonía, pero no así las grandes civilizaciones, ninguna de ellas.

La entropía -tendencia de todo sistema al desorden- podemos observarla en la progresiva desestructuración que sigue siempre al aumento de la fuerza con la que se impone el orden. Si uno avanza, el otro lo supera, y así sucesivamente, pues el Orden es una violación de la vida y la vida es una violación del Orden.

Por tanto, en mi opinión, no hay gente-que-sufre y, por supuesto, hay gente-que-sufre.

El Caos, que se manifiesta a través de la Kia -fuente de la consciencia-, se reparte en las incontables cabezas conscientes que nos rodean: todas aquellas que no han "despertado" sufrirán, pero es de esperar que eventualmente, en alguna vida, despierten.

Al final todos despertamos, de una forma u otra.

18.11.11

Viaje hacia dentro


Caminad hacia la orilla de mi iluminación
desapareceré ante vuestra vista por un agujero
Me hundiré lento hasta hacerme acuático
Dejándolo todo atrás como vine al mundo,
desnudo.

Horadad incrédulos mi cadáver metafórico
Despojadme de las capas que me hacen humano
-porque, ante vosotros, sigo siéndolo-
Y relegadme finalmente a vuestro olvido,
eterno.

Dos son uno


Desde mis ojos yo veo más,
en las escenas que acontecen,
tú no eres real, ni yo tampoco,
en el sentido en que parece.

Formamos ambos parte, aunque no nos percatemos,
de una historia que se reescribe, conforme interactúan
los elementos, los eventos, el todo que la conforma,
y nos hemos tomado ya demasiado enserio.

Tú y yo, protagonistas, tú y yo, noche y día,
permaneceremos unidos mientras quiera
el Dios que somos en sintonía,
los universos que se unen en sincronía,
nuestras vidas en armonía fundidas.

15.11.11

Yo mi Imperio


Cada uno de mis actos va exclusivamente encaminado a servir una única causa, a saber, la mía propia.
Como dioses tengo, si acaso, a mis intereses, objetivos y aficiones. Y, obviamente, se encuentran, todos ellos, bajo mi dominio.
A menudo me actualizo en busca de todos aquellos que me pesan, que me ralentizan más que me aceleran, que me sobran, y que me enredan más que me liberan.

Por lo general, si veo que puedo ser de utilidad, mejor me retiro: siendo útil te utilizarán.
A quienes aprecio y quiero, me entrego por completo pero, ¡ay del que intente emplearme para sus propios fines!
Cultivo como virtud la total ineficacia. Tan sólo en apariencia, creo, pero así me basta.
En realidad me formo en todo lo que me despierta fuego, ¡y en cuanto me aburre lo abandono sin recato!

Que nada a nadie debo, que no me someto, que si me agacho es para colarme por un agujero.

8.11.11

Breve ensayo autobiográfico sobre una posible génesis de la homofobia

Del latín “re”, o cosa, reificación significa, esencialmente, cosificación; un poco en el sentido en que Theodor Adorno, entre otros, afirmaba que la sociedad y la conciencia han sido casi completamente cosificadas. A través de este proceso, las prácticas y las relaciones humanas llegan a ser vistas como objetos externos. Lo que está vivo termina siendo tratado como una cosa inerte o abstracción. Se trata de un cambio de los acontecimientos que se experimenta como natural, normal, inmutable.

Esas cosas que hacemos, John Zerzan.

Voy a deciros la verdad: si pudiera, evitaría trabajar con todo mi corazón. Lo juro.
Pero hasta el momento no he encontrado ninguna otra forma de pagar el alquiler que el rol de friegaplatos extranjero y sin contrato en un restaurante chic para pijos jóvenes y modernos. Y apenas tardo quince minutos en llegar a dicho restaurante a pie, sin ni siquiera prisa, pues se encuentra en mi propio barrio.
Por regla general trabajo en esos días y a esas horas en que otras personas celebran su fin de semana laboral. ¿Significa eso que no tengo fines de semana o que mis semanas no terminan? Lo mismo da.

El restaurante en cuestión lo lleva una chica de apenas treinta años. Rubia, alta y delgada, posee esa belleza aséptica de los anuncios de pasta dentífrica, lo cual no la hace muy atractiva a mis ojos. No obstante me cae bien, y su voz cantarina y su amable forma de expresarse la convierten en una jefa bastante fácil de tratar. Y el hecho de que se empeñe en trabajar como una más en su propio local, haciendo de camarera, la hace ganar puntos; desde luego, el proyecto lleva su sello y su ilusión.

A mí todo eso me da bastante igual, pero reconozco un ambiente cómodo cuando lo veo. Y, de hecho, con mi escasa experiencia laboral tengo que admitir que, al cambiar mi último trabajo por éste, el ambiente ha mejorado considerablemente. No obstante, algunas cosas no han cambiado y siguen repitiéndose una y otra vez allá adonde voy. Dos de estas cosas son el sexismo y la homofobia.

En el restaurante hay dos tipos de trabajadores: los camareros y los tíos de la cocina. Yo pertenezco a este último grupo. El primero grupo es un sector casi exclusivamente femenino, con la única excepción de un chico delgado de sonrisa escurridiza llamado Mike.
La mayoría de las camareras parecen, según mi antiguo jefe -que comió en mi restaurante actual en algún momento indeterminado de su vida y que no lo disfrutó por diversas razones que no os interesan ni a mí tampoco, aunque no deje de ser sorprendente por qué demonios volvió entonces dos veces más-, modelos. Trabajan en un restaurante repartiendo platos y bebidas pero tienen el aspecto de jóvenes estudiantes universitarias aficionadas al cine independiente. Sin delantal ni uniforme. Y Mike, el único chico que hace de camarero, encaja perfectamente con el estereotipo que tenemos de chico homosexual.

Mis compañeros de trabajo y yo nos llevamos bien. Con las camareras tengo el escaso contacto necesario para ser amable y para que me traigan algo de beber mientras trabajo. Y con los demás tíos de la cocina todo se limita a unas cuantas bromas y chistes y, sobre todo, a mi silencio atento. Trato de entender de qué están hablando y en ocasiones me divierto bastante, tanto si lo he comprendido como si no, tanto si lo que dicen me gusta o me parece una soberana gilipollez. Aunque el trabajo es siempre el mismo, los compañeros cambian, y al final hay mucha gente distinta trabajando en el mismo local.

No obstante, entre nosotros, los tíos de la cocina, al igual que en otros muchos ramos de trabajadores manuales, se extienden implacables un par de plagas: el sexismo y la homofobia. Pero hasta qué punto se trata de dos actitudes diferenciadas,  y no de un único proceso de acción-reacción, no podemos estar seguros.
¿Por qué?

Mientras que con las camareras mis compañeros hacen uso de actitudes que van desde la excesiva amabilidad al flirteo, pasando por cierto grado de lascivia -especialmente cuando las chicas acaban de marcharse a atender el siguiente pedido-, a  Mike, el presunto homosexual, el trato que le dispensan es bien diferente.
Ciertamente, la ciudad en la que vivo es famosa por su actitud gay-friendly -de la que hacen uso establecimientos y hoteles para atraer a un sector social importante y embolsarse unas jugosas ganancias-, y por tanto la homofobia no cuenta, ni mucho menos, con el apoyo general de la población.
Sin embargo, tampoco de noche son todos los gatos pardos y, en la intimidad, cada uno piensa y expresa lo que le da la gana.
Y, a veces, para crear un nicho de intimidad basta con unas pocas cabezas pensantes alrededor que te den la razón, al menos en apariencia. Por ejemplo, dar por hecho que de nuestra condición sexual (de "hombres") se derivan cosmovisiones idénticas o al menos compatibles, es un buen método para sentirse cómodo cuando se pasan horas trabajando con personas prácticamente desconocidas. Y esto pasa en mi trabajo también. Y que yo no comparta la mayoría de opiniones vertidas a mi alrededor no implica que los demás se den cuenta, especialmente si permanezco callado la mayor parte de la jornada laboral.

Así que el trato que dispensan mis compañeros de trabajo a Mike difiere bastante del que dan a las chicas, ¿y por qué?

Bueno, Mike es, según los cálculos de estos tipos, homosexual o, en otras palabras, se siente atraído por personas de su mismo sexo. Personas como, por ejemplo -aunque no exclusivamente-, mis compañeros, que también son del mismo sexo que Mike, hombres.
Para llegar a comprender cómo afecta esto a mis compañeros de trabajo, a saber, la condición sexual de Mike, nos hace falta, en primer lugar, analizar la conducta de dichos compañeros de trabajo, dichos hombres, respecto a su propia condición sexual; se sienten atraídos por personas de diferente sexo que el suyo, mujeres, concretamente.
¿Y qué hacen estos, mis compañeros de trabajo, cuando tienen ante sí una mujer, especialmente una que les resulta atractiva, pero también con cualquiera en general que no les cause obvia repugnancia?

Bueno, si tuviera que dar un ejemplo gráfico diría que se comportan como un chimpancé hambriento encerrado en un zoológico que agarrase los barrotes de la celda como si quisiera arrancarlos ante la visión de un plátano en el exterior. Con el exceso de saliva y los ojos desorbitados incluidos.
Y, siguiendo con el ejemplo dado, podemos concluir que para dicho chimpancé el plátano no resulta más que un objeto de deseo, de satisfacción individual, que no necesita entender, ni comprender, ni amar, tan sólo que lo dejen un par de minutos con él para su total deglución, tras la cual habrá consumado todo el objeto y, con él, su deseo. Al plátano no le habrá dado tiempo a preguntar por la matrícula de nadie cuando ya haya sido completamente devorado. Pero, ¿qué pensaría un diminuto chimpancé que pasease por un zoológico si se encontrase a un plátano de dimensiones absurdas encerrado en una celda y agarrado a los barrotes de dicha celda mientras lo mira obsesivamente y da saltos de desesperación?
Probablemente se acojonaría, como cualquiera de nosotros ante semejante chifladura. Pero además, como todo individuo, el diminuto chimpancé se emplea a sí mismo y su percepción de la realidad como punto de referencia para la realidad en su conjunto y, aún con su pequeño cerebro, concluiría rápidamente una obviedad fundamentada en la experiencia: mejor que ni me acerque a semejante monstruo bananero que a la primera de cambio se me come vivo.



Asímismo se explica el comportamiento homófobo. Mediante la consideración de aquel grupo humano por el que uno se siente atraído como mero objeto de disfrute, y su cosificación, el sujeto deseante se transforma a su vez a sí mismo en potencial objeto de disfrute, y cosa, para otros. Y ya que en la mayor parte de aquellas ocasiones en que uno presencia un cortejo humano heterosexual puede comprobar al macho como principal ostentador de la iniciativa, y a la hembra como trofeo potencial, el macho no se reconoce como víctima de ningún interés externo, sino como cazador en busca de su presa, protagonista de su propia película.

No obstante, en el caso del encuentro con homosexuales de tipo masculino, al prototipo de macho emocionalmente autosuficiente y en principio seguro de sí mismo, se le caen todas las certezas: ¿Qué? ¿Que a ese tipo le gustan los hombres? ¡Yo soy un hombre!

Como aquel chimpancé de nuestro ejemplo, aterrado por la visión de un plátano gigante que lo observa babeante, nuestros amigos homófobos, impelidos por su propia lógica sexista y cosificadora, infieren directamente que el homosexual medio está deseando penetrarles el recto sin compasión; se ven por vez primera en el lugar de la mujer a la que acosan y molestan, a la par que ansían, un lugar que no les gusta en absoluto. Y reaccionan, aunque no puedan comprender ante qué están reaccionando, reaccionan.
Adoptan una pose agresiva y malhumorada, incluso violenta, que supera con creces a la que puedan emplear las mujeres más agraviadas, acostumbradas ya a los desmanes del típico macho de turno.

Por eso, aunque se habla de sexismo y de homofobia como de dos actitudes distintas, ambas se encuentran en el punto en que revelan su causa primera: la visión del prójimo como de algo ajeno a uno mismo, como de materia con la que llenar el propio vacío.
El artículo no pretende señalar, por tanto, que los hombres sean chimpancés, las mujeres plátanos de tamaño normal y los homosexuales plátanos gigantescos (o de Canarias), sino que no hay homofobia sino sexismo y, en última instancia, reificación.

3.11.11

La Danza del Caos



Esta es la historia de una chica maravillosa que empieza a girar como un planeta loco por su órbita hasta desplazarse del lugar que supuestamente tenía que ocupar y se acaba cruzando con un tipo, también un poco especial, que desde otra punta de la existencia estaba haciendo lo mismo.

Ambos son como dioses bailando el hula-hop con el universo y, lógicamente, tenían que haberse encontrado uno al otro tarde o temprano.

Esos son ellos.
Esos somos nosotros.

Esta es la historia de una chica maravillosa... que empieza a girar... como un planeta loco.

1.11.11

Ante las puertas del infinito

Estamos sentados en un café, tras haber tomado el sol tumbados sobre el muro de la catedral en Mallorca. Lotta habla:

Ahora mismo tengo un poco miedo al futuro y, a la vez, me siento muy despreocupada.

Mirándola fijamente a sus ojos de azul pálido galáctico, absorto por su belleza irrepetible, le respondo:

Eso es que estás ante las puertas del infinito.

29.10.11

Palabras de poder

Más de un millón de metáforas encriptadas, sólidas,
congeladas en el espacio como esquirlas de universo,
replicándose a sí mismas hasta el infinito, codificadas,
accesibles solo a través de pictóricos silencios, y mantras.

Más de un millón de metáforas encriptadas, cálidas,
radiantes como mandíbulas de verdugos humanos,
sacrificando cuerpos como envases, siempre activas,
anunciándose ocultas como llaves clandestinas.

Más de un millón de metáforas encriptadas, mágicas,
tanto dulces como ásperas, de amor puro metafísico,
de espíritu lúdico imparable, reguero de pólvora,
tan dispuestas al diálogo como a la dinamita.

28.10.11

Lotta y las hormigas


Allí nos encontrábamos Lotta y yo, pisando alegres pavimento de un entorno que nos era a ambos muy familiar; la fecha, sin embargo, significativa y distinta. Casi un año después de haber hecho de la ciudad un punto de partida para los dos como conjunto, y luego haberla abandonado, caminar por sus calles resultaba de lo más extraño, hermoso aunque a la vez fantasmagórico.

El área perteneciente a la zona universitaria por la que tantas veces habíamos paseado indolentes nos brindaría, pronto, un nuevo interés mutuo: las hormigas.

Las hormigas o formícidos, del orden de los himenópteros, de las cuales existen, aproximadamente, de 12000 especies clasificadas a más de 21000 especies especuladas, podrían constituir del 15 al 25% del total de la biomasa de los animales terrestres y se caracterizan por su alto grado de especialización, su habilidad para la comunicación individual y su capacidad para la resolución de problemas complejos.

Y nosotros las seguimos. Seguimos su rastro para verificar su origen y encontramos el agujero que servía de entrada a su probablemente gigantesca y laberíntica casa, el hormiguero. En aquel momento, de las hormigas no había más que Las Hormigas, se trataba sin lugar a dudas de un grupo compacto que, de repente, captaba toda nuestra atención y nos fascinaba. Y en nuestra fascinación, nos animamos, incluso, a colaborar un poco con nuestras nuevas amigas. Lotta y yo recogíamos aquellas cositas, en su mayoría semillas, que veíamos cargar a los bichitos y las colocábamos algo más cerca, procurando no entrometernos demasiado bruscamente, no fuéramos a arruinar todo el esfuerzo que ponían ellas con empeño y dedicación.

Al cabo de un tiempo indeterminado, mi amante-bandida, Lotta, y yo, emprendimos el camino a casa, entusiasmados con nuestra nueva afición: las hormigas. Comentábamos su estructura en castas y ella, más ducha en biología que yo, me explicaba su comunicación mediante señales químicas denominadas feromonas y cómo emplean sus largas antenas móviles para percibir olores, para orientarse, para obtener información de la dirección e intensidad de los olores. Y de cómo usan la superficie del suelo para depositar rastros de feromonas que otras de sus congéneres pueden detectar.

En una de nuestras visitas, en su afán por alegrar la vida de aquellas diminutas criaturas que tanto alegraban la suya propia, Lotta, radiante, consiguió una piruleta y la llevó consigo junto al hormiguero. La había sacado de su envoltorio y se dedicaba a lamerla sin idea de terminarla pues, como ya había planeado, una parte de ella estaba destinada como ofrenda para las hormigas.

Una vez en el enclave de los formícidos, Lotta arrancó algunos pedazos de piruleta y los dispersó alrededor del campamento. Una vez hecho esto, nos marchamos, de la mano, muy contentos. Ella ya sonreía y se regocijaba pensando en volver al día siguiente a observar la evolución de su acción. Y no nos imaginábamos hasta qué punto ello cambiaría nuestra percepción de lo que, ante nuestras caras perplejas de mirones omnipotentes, había estado teniendo lugar.

A nuestro regreso, la tarde del día siguiente, nos llevamos una desagradable pero llamativa sorpresa: se llevaba a cabo, justo ante nuestras narices, una guerra encarnizada entre lo que nos pareció, en un principio, dos grupos diferentes de hormigas. Al principio no entendíamos la razón por la cual los insectos se disponían unos contra otros con tal fiereza que se desmembraban y mutilaban mutuamente hasta la muerte. Diferentes especies de hormigas se disputaban una batalla que, tras comprobar nosotros la procedencia de las desconocidas, pensábamos como territorial. Un largo reguero de animales, algunos pequeños y otros más grandes, provenía desde la colina junto a la acera y se mezclaba con las que, desde entonces, comenzamos a denominar "las nuestras" o "nuestras hormigas", producida ya la primera identificación tribal con aquella sociedad de hormigas frente a la otra.

Mientras nos devanábamos los sesos en busca del motivo por el cual se producía la contienda, observamos detenidamente los pedazos de piruleta arrojados junto a las hormigas el día anterior. Cientos de pequeñísimas criaturas anaranjadas, hormigas de otra especie cuyos miembros apenan superaban unos milímetros de longitud, se apiñaban glotonas a su alrededor y por encima, hasta cubrirlos por completo. Aquello tenía un aspecto inquietante, si bien no sería hasta nuestro siguiente viaje cuando lo comprenderíamos todo.

La última vez que visitamos a nuestras amigas las hormigas, un enjambre multitudinario de pequeñas invasoras se dedicaba a acorralar el antaño dominio de nuestro grupo favorito de formícidos. Las hormigas intrusas eran, desde luego, más pequeñas y débiles que sus prójimas pero disponían de mayor velocidad y un número considerablemente superior de unidades efectivas: eran máquinas de guerra y conquista, preparadas para la total aniquilación de sus enemigas. Se habían visto atraídas por los trozos de piruleta que nosotros habíamos dejado allí y habían considerado, seguramente, que el lugar era tan bueno como cualquier otro repleto de golosinas dulces para expander su imperio de millones de antenas y pinzas.

Estábamos horrorizados. Proclamábamos nuestro terror a diestro y siniestro, y no dábamos crédito a lo que veíamos. Lotta sentía deseos de aplastar a todas las hormigas atacantes pero ni aún habiéndolo hecho podría haber colaborado demasiado con nuestro equipo: pisar a las hormigas que nos caían mal sin hacer daño a su vez a las que nos caían bien era prácticamente imposible en la situación en que nos encontrábamos. No obstante, ambos comprendimos rápidamente que no era interfiriendo como podíamos ayudar. De hecho, era interviniendo como habíamos creado todo el desorden, creyéndonos con la suficiente superioridad intelectual y moral como para decidir qué les hacía falta a los animales y cómo podíamos aportarles nosotros a ellos, desde nuestra ventajosa posición de observadores objetivos, exactamente lo que necesitaban para, al mismo tiempo, sentirnos poderosos y rebosantes de bondad, la caridad de Dios hecha carne. Y no obstante, ahí lo teníamos. Los efectos del intervencionismo político alegóricamente anunciados por un par de colonias de hormigas enfrentadas a causa de nuestra negligencia y parcialidad.

¿Ves? -le comenté a Lotta-, como a pequeña escala, igual sucede a gran escala. Todo es lo mismo a diferente nivel. Como todos esos gobiernos, organizaciones e individuos que deciden intervenir en problemas y situaciones nacionales y sociales que no les incumben y que acaban, a pesar de sus presuntas buenas intenciones originales, no aportando sino mayor daño y sufrimiento del que ya había previamente y, en cualquier caso, no solucionando nada en absoluto.

Quiero irme ya de aquí -sentenció Lotta, compungida.- Ya no me gusta esto, ojalá no hubiera tirado al suelo esos trozos de piruleta, entonces nada de esto habría sucedido.

Tienes razón -asentí, tratando de consolar a Lotta. -Pero no te sientas culpable. Actuamos sin reflexionar sobre las posibles consecuencias de nuestras acciones y ahora hemos comprobado los resultados. No nos gustan pero hemos aprendido mucho y eso significa que, en la próxima ocasión que se nos presente, sabremos hacer lo correcto.

Sí -terminó Lotta-, y ahora vámonos a casa y esperemos que todo esto se solucione solo y por sí mismo.

Y así, Lotta y yo, emprendimos tristes pero despiertos por el nuevo descubrimiento, el camino al hogar donde nos preparamos una cena deliciosa y nos permitimos olvidarnos, durante un rato, de las hormigas y sus cosas.

Movimiento octalinear




Funciono como organismo inquieto metafórico de avanzar múltiple y octadireccional.
Parezco lento porque los observadores piensan sólo linearmente.
Pero me encuentro caminando hacia todas partes a la vez, sin pausa alguna.
Desierto, bosque, tierra y mar, todo se abre ante mis brazos extendidos.
Radio de emoción, ¿por qué habría de contenerme?
Podría llegar mucho más lejos justo ahora pero no hay ninguna prisa.
Estoy ya presente en todo el mundo, así me veo.
Como Dios habitando dentro de sí mismo, así me entiendo.
Interactuando en un multitudinario campo de juegos.
En un territorio adaptado para el constante cambio.
Y aunque todo parezca haber estado allí desde el principio,
en la exacta misma posición en que se muestra,
la naturaleza permanece continua aunque sus patrones sigan,
por el momento, bajo el umbral de lo desconocido.

16.10.11

El salto final


Las dimensiones de la piscina exceden considerablemente todo lo razonable. Cualquier observador desistiría de inmediato en la tentación de estimar sus proporciones. Su anchura se hunde en la tierra y su longitud se pierde hasta fundirse con el horizonte.

Y sólo ella tiene la llave de la puerta que permite al mundo liberarse.

El cielo no deja a la noche imponérsele del todo. Incluso a pesar de que el Sol se ha marchado ya con su día a alguna otra parte, aunque desde la perspectiva presente la existencia de cualquier otra parte parezca, sencillamente, imposible. Un fulgor anaranjado, como de acero candente, hace a los astros invisibles.

Bajo ese cosmos de vidrio fundido, un grotesco conjunto de innumerables criaturas humanas se extiende hasta donde alcanza la vista, ordenadas en fila ante el descabellado estanque, configurando la más absurda de las imágenes.

En su incoherencia se apilan los humanos, no obstante, civilizadamente. Consecuentes con el espectáculo que se desarrolla más adelante, todos aguardan con más o menos paciencia pero, eso sí, sin romper filas. Haciendo cola esperan, sin rechistar, su fatídico destino.

Hasta los lemmings, en su bendita ignorancia, poseen una justificación para su tragedia.

El chisporroteo de la grasa ardiendo, y el olor, como de pollo asado, adquieren mayor relevancia en cuanto el individuo, ya cadáver, cesa en sus espasmos y alaridos desgarrantes. Por regla general, la muerte -llamada "rápida"- se produce debido al shock y sucede de manera inmediata.

Todo el dolor infinito e inimaginable del cuerpo, que se retuerce hasta contraerse sobre sí mismo adoptando posición fetal, transcurre en realidad en unos pocos segundos, pasados los cuales la persona no da señales de vida en absoluto.

En su barbarie se organizan los humanos en dos grupos: el grupo 1, aquellos que dirigen la operación y permanecen expectantes, vigilando que todo se cumpla según lo previsto. El resto, el grupo 2 que, como comandados por una fuerza superior y externa, conforma el escuadrón suicida que se lanza al entramado espeso que hierve ante sus narices. Si me pidieran una definición de la estructura hacia la que saltan sin remedio los miembros del segundo grupo sólo diría tres palabras: una freidora gigante.

Y sólo ella tiene la llave de la puerta que permite al mundo liberarse.

De vez en cuando aparece, tras cientos de dóciles y eficientes kamikaze que no se lo piensan ante el aceite hirviendo y las llamaradas fortuitas, algún disidente que, tras las miradas de reprobación del grupo 1 -y algún empujón de sus propios compañeros impacientes del grupo 2-, acaba también no obstante derritiéndose achicharrado en el oro líquido y brillante.

Sólo unos pocos vigilantes conforman, de hecho, el grupo 1. Sin embargo, la exagerada mayoría del grupo 2, con su ventaja numérica, no supone ningún problema para la ejecución de los sucesos tal y como están planeados.
Cada grupo cumple disciplinadamente su función.

Y sólo ella tiene la llave de la puerta que permite al mundo liberarse.

6.10.11

Emperador Norton I



Todo el mundo comprende a Mickey Mouse. Pocos comprenden a Herman Hesse. Sólo un puñado comprende a Albert Einstein. Nadie comprende al Emperador Norton.

Principia Discordia

3.10.11

Cómo hablar con los dioses



Aceptemos esto de momento: hay Grandes Ideas en el mundo. Eran Grandes antes de que naciéramos y lo aún lo serán durante mucho tiempo después de que seamos polvo. El Odio es una de esas ideas, y el Amor es otra de ellas. Tenemos luego el Miedo, y la Culpa.

Así pues... para invocar a un dios, lo único que hay que hacer es concentrarse en ese dios excluyendo cualquier otro pensamiento.

Digamos que quieres invocar la Gran Idea Comunicación en la forma del dios Hermes, de forma que te garantice una lengua de plata. Hermes es la personificación Griega de la inteligencia rápida, arte y embrujo; las cualidades que representa tomaron forma física a partir de los artistas clásicos en un símbolo de veloz y desnuda juventud, con las finas alas de un ave joven y vestido tan sólo con corrientes de aire. Hermes es una condensación en forma pictórica - un sigil, de hecho -, de un estado fácilmente reconocible de la consciencia humana. Cuando nuestras palabras y nuestra mente son ágiles, cuando conjuramos la risa desde los otros, cuando hacemos poesía, estamos en la presencia de Hermes. Estamos, de hecho, poseídos por ese dios. No estoy sugiriendo que exista un Monte Olimpo platónico real donde una serie de dioses tipo Hollywood se sientan alrededor de un estanque observando los asuntos de los mortales haciendo pausas tan sólo para bajar a nuestro mundo cuando alguno de nosotros cree en ellos lo suficientemente fuerte. Resultaría una forma demasiado complicada para explicar algo bastante simple; la verdad es que no tiene que existir un Monte Olimpo para que encuentres a Hermes o algo que se le parezca bajo un nombre distinto. Ni siquiera tienes que "creer" en los dioses griegos para invocar a cualquiera de ellos. Hermes personifica una Gran Idea, y todo lo que tienes que hacer es pensarle fervientemente y aparecerá tan veloz en tu mente que le reconocerás al instante. La gente tiende a ser poseída por dioses arbitratiamente porque no los reconocen como tales; una persona puede ser dominada por la ira (el dios griego Ares), podemos dejarnos llevar por la pasión (Afrodita) o por la aflicción (Hades). en la vida encontramos estas Grandes Ideas todos los días, pero ya no usamos la palabra "dios" para describirlas. El mago evoca conscientemente estos estados y los renombra en estos dioses para separarlos de su Yo, para poder estudiarlos y aprender. Quizá querrías conectar con Hermes si estás comenzando una novela o dando una charla o simplemente quieres entretener a una nueva pareja con tu ingenio.

¿Cuántos Hermes? La forma que una Gran Idea toma dependerá de tu tradición y deseos. La bella juventud eléctrica de los griegos es una imagen bien conocida en las culturas occidenteles, habiendo sido apropiada para todo desde los comics de la edad de oro de Flash hasta el logo de la cadena de floristas Interflora. Otras culturas personifican velocidad, ingenio e ilusión de forma ligeramente diferente, pero el complejo de ideas se mantiene similar en todas partes: velocidad, palabras, escritura, magia, ingenio, son todas cualidades que asociaríamos con Hermes; pero en la India esta Gran Idea no está encarnada en este veloz corredor sino como un joven rechoncho con cabeza de elefante que con un colmillo roto escribe la historia del universo. Este es Ganesh, el escriba del panteón hindú. En Egipto, el equivalente a esta Gran Idea es Thoth. En tradiciones nórdicas, Odin o Wotan es el Señor del Rayo y la comunicación (Wotan tiene un sólo ojo y en sus hombros se sientan los cuervos Pensamiento y Memoria que le traen datos instantáneos desde todos los rincones del mundo). Hermes. Mercurio, Odin, Ganesh, Thoth; todos estos nombres representan distintas formas físicas en las que representar la comunicación y la velocidad. Algunos tipos de reduccionistas podrían entender en este significado la consideración que el "Monte Olimpo" es una metáfora sobre una 'consciencia colectiva'.

Experimento: Escoge a un dios o demonio tradicional de algún libro de mitología y aprende todo lo que puedas sobre lo que elijas. Sugiero empezar con una deidad benigna a no ser de que seas estúpido o muy duro y te apetezca meterte en asuntos mentales sucios, en cuyo caso recomendaría elegir algún demonio de los grimorios medievales y confiar en tener fuerza suficiente como para manejar la intensidad de los sentimientos negativos que encarnan estos "demonios".

En cualquier caso, sugeriría comenzar con Hermes, dios de la Magia, en su forma como Ganesh. A Ganesh se le conoce como el destructor de obstáculos y parte de sus características es la apertura que proporciona al mundo mágico, con lo que es bueno siempre pedir su apoyo si piensas en serio acerca de seguir un camino 'mágico' . Llama fervientemente a Hermes. Haz de sus atributos tu lujuria. Bebe café o Red Bull en su nombre o métete una raya de speed, dependiendo de tus niveles de abuso de drogas. Llena tu cabeza con imágenes de veloces jets y trenes-bala. Pon el "Ray of Light" de Madonna y llama a Hermes. Rodéate con comics de Flash e invoca a Hermes. Apréciale con tus propias palabras, y llámalo en tí, construyendo un puente entre tus propios sentimientos relacionados con él y las energías descendientes de la Gran Idea. La llegada del dios es fácilmente distinguible; deberías sentir algún sentido de presencia o incluso una posesión suave (recuerda lo que esto significa; estamos "poseídos" por Venus cuando el Amor destruye nuestra razón. Estamos poseídos por Marte cuando la Ira nos ciega. Aprende a reconocer los sentimientos específicos que describe la palabra "posesión". Esto te permitirá estudiar a tu Gran Idea elegida y sus efectos en el sistema nervioso humano desde muy cerca sin llegar a estar muy asustado o superado emocionalmente y sin control) Podrías notar una tendencia o voz distinta en tu cabeza con un carácter externo y extraño pero aún familiar, como algo separado de tí.

Haz preguntas, apunta las respuestas en tu cabeza. Recuerda todo lo que oigas o sientas y apúntalo por estúpido que parezca. Mantén la sensación de contacto, pregunta y respuesta, mientras veas que puedes aprender algo. Recuerda también que Hermes es ingenioso y juega y le encantan los juegos del lenguaje, así que prepárate para acertijos y juegos de palabras inteligentes cuando contactes esta Gran Idea. A veces el rápido torrente de pullas y bromas puede parecer una pesadilla de iteraciones fractales, pero si vas a jugar con Hermes, prepárate para pensar rápido e impresionar con tu velocidad. Si, por el contrario, sólo hay un débil resultado o ninguno en absoluto acerca de presencias externas, no te preocupes. Intentalo de nuevo con Ganesh, Odin o un dios con el que te encuentres más cómodo. Continúa con el experimento hasta que consigas generar el estado mental requerido. No es difícil; si puedes hacerte sentir Ira, o Triste o Feliz pensando sobre algo (y la mayoría de la gente puede), ya estás preparado para invocar dioses y Grandes Ideas.

Los demonios son... Nada más y nada menos que la forma en la que te sientes cuando alguien que querías te ha abandonado, cuando has sido humillado en público, o cualquiera de los otros valores típicos negativos a los que tenemos acceso como seres humanos. El Infierno es tan sólo la Degradación Eterna y donde se deshace nuestro Ser. Cuando Nietzsche proclamó que dios estaba muerto, se le olvidó añadir que Satán también está muerto y que somos libres de toda esta antigua lacra.

Experimento: Utiliza las técnicas aprendidas para invocar a dioses y demonios clásicos y aplícalos a cosas que sabes seguro que no son reales, como los dioses de los libros de comics de Jack Kirby, los monstruos de los Mitos de Cthulhu de H.P. Lovecraft, personajes de Pokemon, o los Cenobitas de Clive Barker.

Descubrirás que puedes evocar a cualquiera de estos personajes de la misma manera. En lugar de Hermes, dios mensajero, es posible invocar lo mismo desde una perspectiva cultural totalmente distinta - recomiendo al menos una invocación de la fuerza veloz de Hermes en la forma de Metron, el nuevo explorador intelectual informático de los comics de "Nuevos Dioses" de Jack Kirby. He tenido bastante éxito contactando con los Dioses de Kirby, incluyendo un memorable encuentro con la Gran Idea de la Ira Justa en su aspecto como "Orion" en los interminables campos de batalla cósmicos del Cuarto Mundo. Invoca la fuerza guerrera y energía marcial en la forma de Orion rodeándote con imágenes de los comics de Kirby, tocando "Marte" de la Suite de los Planetas o el "Revolution #9" de los Beatles, o con el sonido de disparos y bombas desde un disco de efectos especiales. Invoca a James Bond antes de una cita tocando los temas de Goldfinger y Thunderball vestido con traje de pingüino. O intenta invocar a Dionysos, el dios del delirio creativo, en su aspecto juguetón, Ace Ventura, el detective de las películas de Jim Carrey - rodéate de tus propios animales de juguete y mascotas, pon las películas, imita la forma de moverse del autor y utilízalos para formular un sigil físico que puedas llevar a cabo en el espacio de tu ritual. Haz esto hasta que te conviertas en Dyonisos como Ace Ventura. Atiende a lo que sucede a tu sensación del yo y piensa en formas en las que usar estas nuevas cualidades "divinas" que has invocado en tí mismo (o traído de tu "subconsciente", o elegido, dependiendo de qué modelo utilizas para explicar tus experiencias).

Piensa en estas nuevas características o dioses como aplicaciones y cárgalas en tu cabeza cuando necesites usarlas. Cuanto más cargues una aplicación en tu cabeza, parece convertirse en más convincente e intrínseco al Yo. Por eso es por lo que los actores a veces tienen que hacer un esfuerzo para "bajar" de los roles que están interpretando y por lo que los magos a veces se sienten poseídos por dioses o demonios; estas aplicaciones están ejecutándose allí. Podrás ver que estos dioses son "características" o estados por defecto de la consciencia disponibles para todos. Con mucha práctica adquirirás facilidad para acceder a estos estados en tí. No hay que asumir aun así que estos estados sean sólo procesos internos psicológicos. Estas Grandes Ideas llevan aquí desde hace mucho tiempo antes de que llegaras, y seguirán durante una buena temporada desde que te vayas. Podrían considerarse cualidades poderosas y autónomas, y deberían ser respetadas como tales. Invocar mucha ira en tu vida te puede convertir en un broncas, invocar demasiada comunicación pagándolo con otras características te puede convertir en un pedante, y así. Siempre hay un peligro de que un "dios" sea adorado por encima de los otros. Si invocas a Ace Ventura podría ser que en lugar de ser divertido y creativo fueras un coñazo. Si invocas a los Cenobitas de Clive Barker sólo para ver si todo esto tiene mucho sentido, prepárate para tener que enfrentarte con asuntos fuertes de dominación, tortura, sumisión y dolor, pues estos son los parámetros que definen la conducta de los Cenobitas.

Eh tío, ¿donde está mi ego? El "ego" - en el sentido negativo - es ese sentido calcificado de un "Yo" estable y sin cambios, que la gente utiliza para defenderse contra el Miedo ante el Cambio y la Muerte. Es el Yo como una armadura; reconfortante y con capacidad de proteger, a veces el Ego no deja mucho sitio para maniobrar o adaptarse a nuevas situaciones. Por otro lado el Ego puede ser un arma poderosa que crea ese empuje heróico hacia la trascendencia que consume y resuelve ese mismo empuje dirigiéndolo hacia un contexto superior. Es interesante notar que no puedes ir más allá de tu Ego hasta que no hayas desarrollado uno hacia el que ir más allá. El ego, como Ser Individual, son los andamios para aquello que llamamos superyo o el memeplex (para utilizar el término de Susan Blackmore para lo que llamamos "personalidad" - ver "La máquina de memes" (Oxford University Press, Mayo 2000 para más cosas acerca de la teoría de la Dra. Blackmore).

El andamiaje es una parte necesaria para cualquier proyecto de construcción, pero durante los últimos doscientos años se nos ha insistido en que confundamos el andamiaje con el propio edificio. El individuo soberano alguna vez pareció tal premio respecto al desarrollo evolutivo de la mente que ahora es muy difícil dejarlo ir sin incurrir en traumas de extinción existencial, pero como todas las fases del crecimiento es tan sólo una fase, y ha de ser superada. Demoler el concepto del individuo creando deliberadamente una multitud de egos, personas, memeplexes o yoes, tiene la intención, al menos para mí, de ser un método para romper el calcificado concepto existencial de Yo en una serie de constelaciones fluidas de Múltiples Personalidades, desnudando a "la personalidad" y mostrándola como tan sólo una opción de comportamiento dentro de un menú de muchas.

El Abismo de Aleister Crowley encarnaba la destrucción de las estructuras del Yo Egoico como el Choronzon, el Demonio 333. Choronzon, nos dice, es el guardián devorador de todo que habita el "Abismo" (siendo el Abismo un término adecuadamente dramático y evocativo para una 'brecha' experiencial en la consciencia humana). El término puede ser aplicado al estado mental durante el cual la consciencia del Yo Egoico empieza a canibalizarse en lugar de confrontar el habitualmente atemorizador hecho de que la Personalidad no es "real" en el sentido existencial sino tan sólo una estrategia de conducta.

La mayor parte de nosotros ha tenido alguna pequeña experiencia del gigantesco complejo fronterizo Mega-ChoronzonnoznorohC-ageM; el encuentro Choronzonico está presente en el implacable y aburrido autocuestionamiento de la bajada de las anfetaminas o la fiebre, y las experiencias cercanas a la muerte. Imagina esa parte de la mente que no hace más que charlar en tu cabeza aniquilándose en un autoanálisis imparable, y escucharás la voz de Choronzon. Choronzon es entonces este Yo Existencial en su último aliento, masticando su propio cerebro, buscando sustento y hallando tan sólo el acertijo en el Fondo que no tiene Fondo. Choronzon es cuando no queda nada excepto la muerte ante la nada. Más allá, los conceptos de identidad y personalidad no pueden sobrevivir. Más allá, no somos ya más nuestro Yo. La "personalidad" en la orilla del Abismo hará cualquier cosa, dirá cualquier cosa y encontrará cualquier excusa para evitar este paso de desintegración hacia el "no-ser".

La mayor parte de nosotros en las cada vez más populares tradiciones consumistas occidentales tendemos a esperar hasta la muerte antes de tan siquiera considerar el Choronzon. Dado que sólo podemos asumir que el sentido del Yo-Egoico es devorado en una llamarada de culpa o furia o negación o paz perfecta paz a través de la última inundación de endorfinas que se nos permite durante los cinco minutos anteriores a la muerte cerebral, el momento de la muerte me resulta uno especialmente vulnerable en el que también tendremos que hacer frente al terror existencial por primera vez. Mejor ir ahí pronto y explorar el paisaje. Morir antes de morir es una de las grandes experiencias del camino mágico. El Abismo entonces, es ese límite de la consciencia de sí donde el significado se rinde y da la vuelta convirtiéndose en su absoluto apuesto, consumiéndose en el "Ácido Choronzonico", un hipersolvente capaz de disolver el YoqueesYo. Aquí se encuentra la inmensa frontera entre el Ser y el No Ser al filo de la Consciencia Egoica y aniquilado contra ella.

El Abismo es un hiato en la consciencia, donde las nociones sobre identidad, raza, ser y territorio se consumen en una agonizante furia de contradicción.

Experimento: El "Juramento del Abismo" (Oath of the Abyss), es un encuentro corrosivo con las fuerzas Choronzonicas dentro de la personalidad. No es algo que llevar a cabo con ligereza, y sugeriría muchos años de desarrollo antes de intentar algo tan estúpido y glamouroso como destruir tu Yo tan cuidadosamente establecido. Las recompensas de un cruce exitoso del Abismo son muchas, pero un intento fallido puede dejarte roto por dentro, consumido por la duda, el miedo y la inseguridad, y bastante poco útil... ¡Revuelta a través de la magia! Seguir caminos de la "magia" es en sí un acto revolucionario con consecuencias de gran alcance.

De todas formas, antes de lanzarte a destruir "el Sistema", recuerda primero que nosotros lo construímos y en nuestro propio interés. Lo sostenemos constantemente, tanto con nuestra ayuda estando de acuerdo, o en oposición con nuestra disidencia. Los oponentes del Sistema son una función de este tanto como lo son sus defensores.

El Sistema es un fantasma ensamblado en las mentes de los seres humanos que operan dentro del Sistema. Es un padre virtual que hicimos que cuidara de nosotros. Lo hicimos muy grande y muy difícil de ver en su totalidad, y le servimos y nutrimos cada día. Por cada McDonalds que vueles, "ellos" construirán dos. En lugar de deslizar bolitas de Semtex entre los Happy Meals y la bandeja de plástico, sube a través de los rangos, echa a la junta de Directores y reconvierte la compañía en algo totalmente distinto; se aprendería bastante magia por el camino. Entonces conquista Disney, Nintendo, lo que te apetezca.

Lo que quiero decir con esto es, ¿y si "el Sistema" no es nuetro enemigo después de todo? ¿Y si en lugar de eso es sólo nuestro campo de juego, el 'entorno natural' en el que hemos crecido? ¿Y si sólo es nuestra jungla y océano, entorno artificial... en el que jugar con las mentes y donde danzar y transformar las cosas, lo mejor que podamos, en poesía?

Cómo hablar con los dioses, Grant Morrison.

Extraído de Decondicionamiento.

17:23

Nadie que no sea divino puede adorar a la divinidad., Gandharva Tantra.

Llámalo Dios, si quieres. Se trata de una Entidad. Ni maligna ni benigna. Yo diría que disfruta de una autonomía que nosotros, en principio, no poseemos. No se encuentra sujeto a ninguna atadura de tiempo y/o espacio. Y lo sabe.

Quizá todos formamos a la vez parte de Dios pero por regla general no tenemos ninguna idea de esto. Ni se nos ocurriría pensarlo, igual que no se nos ocurriría pensar que cada célula de nuestro cuerpo sabe, de hecho, que pertenece a un organismo mayor y posee una función determinada en el mismo.

Dios, como conjunto, como Entidad, se sabe Dios. Si existe uno sólo o muchos no estoy seguro. Cabe la posibilidad de que varias Entidades se repartan la conciencia universal o de que existan Entidades mayores o menores o de que una sola adopte todo tipo de disfraces según el caso. Nos importa un pito, justo aquí y ahora, en este punto de la historia.

En cualquier caso, Dios -que se sabe Dios-, se dedica a los asuntos de Dios. Las cositas de Dios. Va de aquí a allá, de alguna forma que seguro que a él, o Ella, le resulta muy sencilla pero que a mí, con mi perspectiva tridimensional básica, me jode el cerebro que te cagas de tan sólo imaginarla.

Y así estaba Dios en algún momento dado, situado entre el Ayer, el Hoy y el Mañana -a Dios todo esto le da más bien igual-, cuando, de pronto, queda perplejo. ¡Algo llama su atención! -la atención de Dios-.

Entre entretenido e irritado enfoca sus ojos u Ojo (grande y único), según toque, hacia un punto concreto de la Existencia. Algo no va como de costumbre. Apunta y apunta y apunta, atravesando tierra y agua, fuego y viento, y da con el objeto de su inquietud.

Ahí está.

Párate a mirar una laboriosa colmena de abejas, con sus activos enjambres, o algún incansable hormiguero, y siéntete superior: tú sí que sabes. Desde tu punto de vista, desde luego, esos diminutos bichos con sus diminutos asuntos no tienen ni la más remota idea de qué pasa ahí arriba.

Y mientras tanto, a Dios, todo grande y poderoso, se le está levantando una divina ceja de incredulidad justo ahora -porque no hay, de hecho, otra cosa que "ahora"-.

Ese tipo de ahí abajo, concluye Dios, no está mirando a las estrellas, ni repasando las constelaciones ni ensimismado con sus pensamientos. Tampoco está absorto con la belleza del horizonte o del crepúsculo. Está mirándome, piensa Dios.

Me está mirando fijamente a mí.

Así comienza el diálogo. Así comienza el cortejo y quizá el acoso. Así comienza la interacción.

Si hay uno, múltiple, o si hay muchos, si acaso es él o Ella, no tiene relevancia.

Y ese miedo, ese terror, ese pánico a lo desconocido, esa conspiración, o todo lo peor que quieras imaginar para frenarte en la identificación con lo divino, bueno, has de saber que no proviene de la Entidad o Entidades, de los "malos" ni de los "buenos"..., proviene, exclusivamente, de ti, de lo más adentro, de lo profundo del infierno.
Tu infierno.

La parábola del Gong (The Black Iron Prison)


Había una vez un joven Discordiano llamado Vara de Oro. Tempranamente, en su iluminación, se preguntó en que estación estaba su país.

Quizá fuera ésta la estación de la Discordia, en la cúspide de Burocracia. Sin duda, el Orden crecía hasta niveles nocivos.

O quizá fuera ésta ya Burocracia, en la cúspide de Consecuencias. Sin duda,  el Desorden crecía hasta niveles muy desagradables.

En su búsqueda de Una Respuesta, Vara de Oro se encontró con el monje Discordiano Sin-pantalones. Sin-pantalones moraba en un sótano porque hubiera sido obsceno para él salir al exterior. Vara de Oro se liberó de sus leggings y descendió por las escaleras.
Abajo, Sin-pantalones se sentaba sobre un cojín en la posición de loto.

“Mi sabio amigo Sin-pantalones, he venido a hacerte una pregunta”, dijo Vara de Oro, “¿qué es la Burocracia?”

“En India”, dijo Sin-pantalones, “atan elefantes a árboles usando cuerdas finas. Un elefante podría, fácilmente, romper la cuerda, y aún así permanecen allí atados. ¿Por qué piensas que ocurre así?.”

Vara de Oro se rascó y se encogió de hombros.
“Cuando el elefante es joven”, comenzó Sin-pantalones, “es demasiado d´bil para romper la cuerda. Lo intenta, pero finalmente acaba dejándolo. Cuando el elefante crece, no intenta soltarse de sus endebles ataduras porque cree  que fallará.”
“Así que la cuerda no es lo que mantiene al elefante en su lugar”, dijo Vara de Oro, entornando los ojos hacia Sin-pantalones. “Eso es muy interesante pero, ¿qué tiene que ver con la Burocracia?”

“La Burocracia”, dijo Sin-pantalones, “es esperar a que el semáforo cambie de rojo a verde a mitad de la noche cuando nadie viene”.

A través del tiempo y el espacio, sonó un gong.
Vara de Oro dejó el sótano y regresó al mundo real, bastante confuso. Mientras conducía de vuelta a casa, se saltó cinco semáforos en rojo. Su alegría crecía con cada uno de ellos. Hacia el final de su viaje se reía como un imbécil por su libertad recién descubierta.

Años pasaron y Vara de Oro continuó su viaje hacia las Consecuencias. Ignoró las señales de STOP, se saltó los semáforos en rojo, y abrió la capota del techo de su coche a pesar del peligro de desprendimiento

“¡Misericordioso tarado!”, gritó Bung-Fu el Idiota agarrándose al tablero de mandos.
“¡Vas a conseguir que nos matemos!”

“¡Tonterías! ¡Me he auto-emancipado de estas mundanas leyes de tráfico!” cacareó Vara de Oro. “¡Soy un presagio de las Consecuencias!”

“¿Siempre conduces así?”, dijo Bung-Fu abrochándose su cinturón de seguridad.
Vara de Oro asintió. “Siempre"

Mientras tanto, el monje Sin-pantalones iba rodando su gong por la calle hacia su sótano. Pacientemente esperó a que el semáforo se pusiera en rojo, y entonces empujó el voluminoso instrumento de percusión a la carretera.

La colisión hizo el sonido exacto de la iluminación.



Extraído (y traducido) de The Black Iron Prison.

27.9.11

Segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años

El viaje interdimensional de la conciencia, en un tiempo que no existe, de los portales de cada instante que nos transportan a través de los hechos y sucesos y nos hacen creer en la ilusión del pasado, presente y futuro; como antaño fue considerado válido el progreso, dañino mito colonialista, todo cargado de veneno.

La impaciencia, el tumulto interno, lo duro de silenciar tantas voces que pugnan dentro; mi anhelo desgarrante, y todos los nudos que se han deshecho, y todos los lazos cortados, y todas las cuerdas que se han roto, por lo pronto, para siempre.

Y cuán lejos de todo, pero de nada, porque no hay vuelta posible: quien regresa nunca llega al lugar que una vez dejó.

Nada queda indemne, después de todo, y mucho menos nosotros.

8.9.11

Die Kindergarten


A menudo se nos abren, ante un mismo suceso, numerosos y diversos caminos de entre los cuales damos siempre mayor importancia a aquellos que encajan con lo que llamamos "nosotros mismos", es decir, el "yo" que hemos elegido representar.
Y si alguien nos cuestionara el porqué de escoger un comportamiento y no otro, teniendo en cuenta que ambos se nos han ocurrido a la vez, responderíamos quizá que la opción restante no es propia de nosotros. U opciones, porque nunca hay una sola opción restante, sino muchas, y no es casualidad. Aquello que denominamos "yo" es, con frecuencia, una ruta programada que tratamos de seguir con la mayor eficacia posible para, de este modo, no llegar nunca a sentirnos perdidos en un torrente de ideas e impresiones variopintas.

El proceso aquí descrito tiene como principal función proteger nuestra identidad, o la percepción que de la misma tenemos, y en este sentido su utilidad es inestimable. ¿Qué sería de nosotros sin un "yo" sólido al que poder señalar como la persona que realmente somos?
Sin embargo, como en otras muchas materias, hemos de ir con cuidado: los medios no siempre justifican los fines y, si acaso la recompensa merece el sacrificio -otorgarnos un marco identitario poderoso que usar como herramienta en nuestro desenvolvimiento cotidiano-, ¿no deberíamos al menos tomar conciencia de qué sucediendo en nuestro interior para poder decidir cómo queremos que ello tenga lugar?

Sobre todo teniendo en cuenta cómo nuestra cultura nos ha criado y formado desde nuestro nacimiento, y aún más, teniendo en cuenta qué tipo de cultura es esa; si la llamáramos «madre», tendríamos que hablar de una madre dominante que cree que todos los niños y niñas del mundo, hijos e hijas de otras madres y padres, son también los suyos propios y que así actúa sobre ellos, imponiendo su autoridad y perspectiva, con el objetivo de satisfacer sus propias necesidades y obsesiones -que considera universales-, sin detenerse jamás a preguntarse a sí misma, ¿acaso tengo, en verdad, razón?

¿Y qué culpa tenemos nosotros de andar repitiendo los patrones que esta señora nos ha inculcado? Bueno, desde el momento en que podemos percatarnos de hasta qué punto se nos ha influenciado externamente, tenemos al menos la oportunidad de hacernos responsables de nosotros mismos en la medida de lo posible.

Podríamos, de hecho, abandonar esa ridícula noción de que existe únicamente un "yo", que nos hace planos, y pensar que quizá somos, por el contrario, una figura geométrica de múltiples caras. ¿No hemos sentido nunca que muchos deseos y miedos -o, como preferiría llamarlos, contra-deseos-, gritan, se gritan, como peleando entre sí, como elevando unos la voz por encima de los demás, tratando de hacerse notar sobre los alaridos de sus compañeros?
Ahora sí: ¡esto somos nosotros! Todas esas voces que pugnan por salir, por ser representadas, ese jardín de infancia particular en nuestras cabezas, cada uno de ellos es nosotros. Somos nosotros. Normalmente priorizamos algunas de las reacciones sobre las otras y quizá esté bien así pero, ¿no ganaríamos mucho prestando igual atención a todas las demás? ¿No sería, al menos, más justo?

Imaginemos nuestra mente como una enorme guardería llena de niños cada uno de los cuales precisa como mínimo la misma atención que los demás, si por costumbre o pereza escuchamos más a unos que otros, ¿de qué nos extraña si luego nos sentimos mal en nuestro fuero interno? Hay un montón de vocecitas acalladas, tan dignas como cualquiera en un principio de que les prestemos atención. Haciéndolo podemos, incluso si lo que proponen nos desagrada, indigna o molesta, explicarnos y explicarles nuestro desagrado, indignación o molestia para con ellas, cultivando para adentro una inmensa armonía que se manifiesta también luego hacia afuera.

Aquello de sanar a nuestro niño interior cobra mayor sentido cuando comprendemos que no sólo hay uno ahí dentro siendo ninguneado, sino muchos. Es momento de que los integremos a todos.

4.9.11

Me estoy quedando sin palabras. A duras penas encuentro algo definible.
A la hora de expresarme surgen dudas: podría hablar de todo pero no diría nada.
No me inquieta mucho, sin embargo, andar perdiendo la soberbia.

1.9.11

8 meses 84 días

Solía decirse antaño que la locura se extiende, por ello se ha mantenido tradicionalmente a los locos aislados de los llamados cuerdos, los normales. Los otros, los que no son locos. Este espacio, que cumple ahora 8 meses con 84 días -importante momento, sin duda alguna, debido a la incuestionable aleatoriedad por la cual se lo toma en consideración- pretende recuperar ese viejo principio pero desde una óptica bien distinta: si la locura se extiende, ¿a qué estamos esperando?

¡Celebra tu vida y celébrate a ti mismo!

El desarrollo






El desarrollo ha sido y es la occidentalización del mundo.

Sobrevivir al Desarrollo. De la descolonización del imaginario económico a la construcción de una sociedad alternativa. Serge Latouche.

31.8.11

Ellos venían de lejos


Si hubieran conocido la lengua de la ciudad, habrían podido preguntar quién hizo al hombre blanco, de dónde salió la fuerza de los automóviles, cómo se sostienen los aviones, por qué los dioses nos negaron el acero.
Pero no conocían la lengua de la ciudad. Hablaban el viejo idioma de los antepasados, que no habían sido pastores ni habían vivido en las alturas de la sierra nevada de Santa Marta. Porque antes de los cuatro siglos de persecución y de despojo, los abuelos de los abuelos de los abuelos habían trabajado las tierras fértiles que los nietos de los nietos de los nietos no habían podido conocer ni siquiera de vista o de oídas.
De modo que ahora ellos no podían hacer otro comentario que el que les nacía, en chispas burlonas, de los ojos: miraban esas manos pequeñitas de los hombres blancos, manos de lagartija, y pensaban: esas manos no saben cazar, y pensaban: sólo pueden regalar regalos hechos por otros.

Estaban parados en una esquina de la capital, el jefe y tres de sus hombres, sin miedo. No los sobresaltaba el vértigo del tráfico de las máquinas y los transeúntes, ni temían que los edificios gigantes pudieran desprenderse de las nubes y derrumbárseles encima. Acariciaban con las yemas de los dedos sus collares de varias vueltas de dientes y semillas, y no se dejaban impresionar por el estrépito de las avenidas. Sus corazones se compadecían de los millones de ciudadanos que les pasaban por encima y por debajo, por los costados y por delante y por detrás, sobre piernas y sobre ruedas, a todo vapor:
“¿Qué sería de todos ustedes -se preguntaban lentamente sus corazones- si nosotros no hiciéramos salir el sol todos los días?”

Ellos venían de lejos. Vagamundo y otros relatos. Págs. 77-78. Eduardo Galeano.

Se vive para darse



¿Cuántos días han transcurrido? ¿Cuántos meses? Una noche se descubre que llevar la cuenta es peor. Antes, antes. Gustavo mira sin ver. Abolir el tiempo. Volver atrás. Quedarme, Carmen, quedarme en vos. Yo creía, Carmen, que no ibas a terminarte nunca. Te apreté la mano y la mano latía, estaba viva como un pájaro. Antes, antes de todo. Y las estrellas, papá, ¿qué hacen durante el día? ¿Por qué ponieron mosquitos en el Arca de Noé? ¿Por qué mamá murió? Dos perros rodaban mordiéndose por los médanos y Gustavo ya había estado preso, no dormía en casa, tres veces habían venido a revolver las cosas unos tipos de uniforme, estaban armados como los que trabajan en la tele, esos de la serial de “Combate”, daban vuelta la casa y Tavito los miraba sin pestañear y sin abrir la boca, clavado contra la pared; el cuerpo le temblaba hasta los dedos de los pies. Gustavo le había dicho: hay tantas cosas que tendrás que descubrir, Tavito. Las cosas invisibles, las difíciles, la brecha que te espera entre el deseo y el mundo: apretarás los dientes, resistirás, nunca pedirás nada. No, no se vive para ganarle a nadie, Tavito. Se vive para darse.

El deseo y el mundo. Vagamundo y otros relatos. Págs. 28-29. Eduardo Galeano.