16.6.11

Aún más mentiras

Miremos donde miremos,
vemos sólo una gran mentira,
estamos de acuerdo, amigo mío.
Pero, a diario,  peores cosas
me encogen más el alma.

Aún peor que este bio-imperio
y que la máquina de muerte
que nos rodea y atraviesa,
las mentiras que me entristecen,
las que más me entristecen,
las han dicho, en primer lugar,
los posteriormente desconocidos
que una vez llamé hermanos,
me acuerdo de todos ellos.

Y aún más mentiras,
las que dije a los demás,
y las que me conté a mí mismo,
aunque en el momento de decirlas,
pienso, amigo mío,
que aún me las creía.

Más horrible que toda paranoia,
que cualquier conspiración,
peor que este desasosiego
de no poder creer nada en absoluto,
so pena de creerlo todo al mismo tiempo,
aún peor que este gran miedo,
de temerlo todo,
de no encontrar jamás un hueco en la colmena,
de vagar para siempre por el desierto,
como un profeta, o un loco, o ambas cosas,
aún peor que la certeza de no poder salir
nunca, nunca, nunca, nunca, nunca,
porque no hay adonde ir,
porque no está en ninguna parte
porque perseguimos lo inalcanzable
una realidad que nos acune,
la coherencia de algo,
de cualquier cosa,
que el mundo funcione,
o que parezca funcionar,
que la miseria cese
o que dejemos de verla,
que la noche siga al día,
pero de verdad,
que tengamos niños alegres,
creciendo en libertad,
no atontados,
ni carne de cañón,
ni el blanco fácil,
de ningún monstruo malnacido,
porque el mundo de ahí fuera no sea
nunca nunca más
una boca armada con dientes afilados.

Mientras tanto sonrío,
o lo intento, amigo mío,
con la pretensión ridícula
de que la vida me sonría,
pero entonces, ¡agua fría!,
y tantos cubos como me caen encima,
mi cara entera transforman en mueca
mientras me susurro en voz baja,
con los ojos encendidos,
no pasa nada, no pasa nada,
todo va a mejorar,
qué me importa el agua
si tampoco soy de azúcar

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