Pirate dreaming of Home
Bellamy
Marzo-mayo de 1717
A pesar de estar a más de cien millas mar adentro, cayeron sobre un pequeño mercante que salía de Newport, en Rhode Island. El capitán de este balandro, el señor Beer, se dirigía a Charleston y probablemente escogió el paso exterior precisamente para evitar a los piratas que se contaba infestaban el estrecho de Florida y el paso de los Vientos. A cambio, se halló preso en el mayor barco pirata que él y sus compañeros hubieran visto jamás.
Beer no pasó más que dos horas a bordo del Whydah, pero después tomó nota de todo lo sucedido, incluida una transcripción de la conversación que mantuvo con Samuel Bellamy, durante la cual el comandante pirata le expuso los motivos políticos de sus acciones.
Llevaron a Beer a bordo del Whydah mientras los piratas saqueaban su balandro y su cargamento e intentaban decidir si le devolvían la embarcación o no. Tanto Bellamy como Williams estaban a favor de que Beer se quedase con el barco, demasiado pequeño para ellos, pero sus hombres, con el ego muy alto tras los recientes éxitos, se negaron. Bellamy ordenó que llevasen a Beer ante su presencia para poder comunicar al desventurado capitán las malas noticias. Sentía deseos de disculparse.
«¡Maldita sea mi estampa! Lamento que no le vayan a devolver su balandro, porque desdeño causar daños a nadie si no es para mi provecho», le dijo a Beer. «¡Maldito barco! Tendremos que hundirlo y en cambio, a ustedes bien les habría servido.» El pirata se detuvo, miró de arriba a abajo al de Rhode Island y empezó a destilar cierta compasión por aquel hombre.
«Maldito sea: en el fondo es usted un cachorrillo, igual que todos los que se rinden al gobierno de unas leyes que han hecho los ricos para su propia seguridad, porque, por otro lado, los cachorros cobardes no tienen el valor de defender lo que aquellos otros consiguen con sus bellaquerías -siguió hablando, más encolerizado a cada palabra-. ¡Pero allá todos vosotros con vuestra suerte! ¡Allá ellos, por ser una panda de zorros arteros! ¡Y allá ustedes, [los capitanes y marineros] que les sirven, [pues son] unos tarugos con alma de gallina! Nos vilipendian, los muy sinvergüenzas, cuando la única diferencia [entre nosotros] es ésta: ellos roban a los pobres amparándose en la ley ... y nosotros robamos a los ricos amparándonos en nuestro propio valor.»
Bellamy volvió a mirar a Beer, sopesando con cautela el efecto de sus próximas palabras. «¿No [sería] mejor estar entre nosotros -le preguntó al fin al capitán- que andar lamiendo la hediondez de esos villanos, sólo para [conseguir] un trabajo?»
Beer se tomó su tiempo antes de responder. Su conciencia, le dijo al fiero comandante de los piratas, no le permitiría «saltarse las leyes de Dios y de los hombres».
Bellamy lo contempló con disgusto. «Es usted un granuja con una conciencia endemoniada -le respondió-. Yo soy un Príncipe libre, y cuento con tanta autoridad para hacer la guerra en el mundo entero como el que dispone de cien barcos en el mar y un ejército de mil hombres en tierra. Y esto es lo que me dice mi conciencia: ...No vale la pena discutir con los cachorrillos llorosos que toleran que sus superiores los pateen en cubierta con placer, y [que] ponen su confianza en quien no es más que un proxeneta hipócrita: un cerdo comodón que ni practica ni cree siquiera en lo que le cuenta a los imberbes que lo escuchan como a un santo.»*
*Algunos autores han puesto en duda la veracidad de esta conversación, que al final se publicó en Historia general de los piratas, preguntándose quién habría sido el transcriptor. La respuesta es: el propio Beer. Tras su audiencia con Bellamy, el capitán fue trasladado a bordo del Marianne, donde dispuso de suficientes horas libres como para poner por escrito esta conversación histórica. Lo liberaron en la isla de Block al cabo de una o dos semanas y, el 29 de abril, se presentó en Newport e informó de lo sucedido al corresponsal del Boston News-Letter. Es casi seguro que los detalles de esta conversación fueron anotados por las autoridades de Rhode Island y enviados posteriormente a Londres, donde quedaban al alcance del autor de la Historia general.
Bellamy, marzo-mayo de 1717. La república de los piratas. Colin Woodard, 2007. 2008 de la traducción castellana para España y América: Editorial Crítica. Págs. 183-184.
¡Ahrrrg, marinero!
ResponderEliminarUna de las primeras cosas que los revolucionarios harán más allá de 2022 será la construcción de una gigantesca estatua dedicada a Bellamy que podrá verse por todo Mandril
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