14.12.10

14 de Diciembre de 2010 d. C.

A finales del año 2010 de la era de nuestro señor Jesucristo corrían tiempos difíciles. Numerosas crisis de toda índole y sus consecuencias, reales y potenciales, estaban en las bocas de todos. Se decía que el fin del mundo tal y como lo conocemos llegaría con el siguiente diciembre. ¿Pero qué ocurriría entonces?

Algunos profetizaban el acabose para el planeta entero. Meteoritos, guerras nucleares, ... Otros anunciaban la inminencia de una tormenta solar que afectaría a todas las grandes fuentes de energía eléctrica, como ya había sucedido en el año 1859, poniendo en grave peligro todos los sistemas de comunicación de los que la civilización occidental se había hecho terriblemente dependiente en el auge de la que se enorgullecían en llamar "era de la información".


En un chalet de Benidorm, mientras trabajaban, una banda de ladrones profesionales encontró la siguiente profecía inscrita en un pergamino egipcio de una antigüedad desconocida. Bueno, quizá debería decir escrita sobre un pergamino egipcio de antigüedad desconocida. Alguien había garabateado a bolígrafo con carácteres occidentales encima de la inscripción original -de contenido ininteligible-, lo que reproducimos a continuación:

El ulular del viento y las voces de los fantasmas, ya casi nadie los distingue.

Son las palabras que se pierden mutiladas, bajo los escombros o esparcidas por alguna mina antipersona.
Son los gritos del vacío, desesperaciones que se acumulan en pechos mudos o ya completamente ausentes.

No importa.

Su llamada se pierde en el cielo nocturno mientras la multitud en su caverna sólo aguarda de espaldas a la llama rezando para que no se apague pero con la certeza de que, en cualquier momento, lo hará.

Y algunos girarán su cara y se enfrentarán a lo inevitable, ahogando con sus propios dedos la última vela encendida, para salir a un mundo exterior del que ya no puede protegernos ninguna cueva.

Fuera habrá tormenta y helará, con una lluvia que calará huesos y un frío que congelará las manos y, mientras tanto, las peores de las bestias se mantendrán al acecho buscando carne fresca con la que satisfacer momentáneamente su siempre insaciable apetito.

La posibilidad de éxito será prácticamente cero. Los riesgos demasiado altos.
Locura, lo llamarán. Y el viaje, peligroso, temerario.
Sólo un lunático emprendería tal empresa.

Pero no habrá sol si nadie lo trae de vuelta... y el futuro es de los atrevidos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario