11.4.11

"Todo en su sitio"

a Lotta:

Cuando se encuentran el hombre irresponsable y la compleja e inefable belleza de lo espontáneo y accidental, como la de la naturaleza -encarnada quizá en una mariposa o una flor-, lo primero que se le ocurre al hombre en su fascinación e impotencia -pues nada tiene que ver con la creación de esta manifestación de la misma vida-, es atraparla. Corta la flor o atrapa a la mariposa, con objeto de llevársela consigo, separándola del contexto en que la encontró -olvidando que esta ruptura entre individuo y entorno se da tan sólo en su mente de animal trastornado-; y al ver esta flor marchitarse, tras comprobar que la mariposa no vuela, o directamente fallece, se desespera, incrédulo, preguntándose qué hizo mal.

Yo, que he arrancado flores de su tierra, que he visto a mariposas perder parte de sus capacidades por mi culpa, te miro y me juro a mí mismo que nunca jamás voy a tratar de poseerte, de acapararte; eso me asusta más que cualquier otra catástrofe, de la que al menos no tendría responsabilidad ninguna.

Me quedo cerca, miro a la flor en la tierra, observo a la mariposa volar, la sigo por el mundo, con todo el cuidado y la delicadeza de la que dispongo, y me conformo con no asustarla, con ganarme su confianza, con causarle la suficiente simpatía como para que me eche de menos si un día mira atrás y no me encuentra, o si viaja más rápido de lo que yo pudiera seguirla, o si florece en alguna parte a la que no tengo acceso.

Y ya que ni nuestra flor, ni tampoco nuestra mariposa, tiene ninguna obligación para con nosotros, esperemos al menos no llegar a cansarla nunca.

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