8.9.11

Die Kindergarten


A menudo se nos abren, ante un mismo suceso, numerosos y diversos caminos de entre los cuales damos siempre mayor importancia a aquellos que encajan con lo que llamamos "nosotros mismos", es decir, el "yo" que hemos elegido representar.
Y si alguien nos cuestionara el porqué de escoger un comportamiento y no otro, teniendo en cuenta que ambos se nos han ocurrido a la vez, responderíamos quizá que la opción restante no es propia de nosotros. U opciones, porque nunca hay una sola opción restante, sino muchas, y no es casualidad. Aquello que denominamos "yo" es, con frecuencia, una ruta programada que tratamos de seguir con la mayor eficacia posible para, de este modo, no llegar nunca a sentirnos perdidos en un torrente de ideas e impresiones variopintas.

El proceso aquí descrito tiene como principal función proteger nuestra identidad, o la percepción que de la misma tenemos, y en este sentido su utilidad es inestimable. ¿Qué sería de nosotros sin un "yo" sólido al que poder señalar como la persona que realmente somos?
Sin embargo, como en otras muchas materias, hemos de ir con cuidado: los medios no siempre justifican los fines y, si acaso la recompensa merece el sacrificio -otorgarnos un marco identitario poderoso que usar como herramienta en nuestro desenvolvimiento cotidiano-, ¿no deberíamos al menos tomar conciencia de qué sucediendo en nuestro interior para poder decidir cómo queremos que ello tenga lugar?

Sobre todo teniendo en cuenta cómo nuestra cultura nos ha criado y formado desde nuestro nacimiento, y aún más, teniendo en cuenta qué tipo de cultura es esa; si la llamáramos «madre», tendríamos que hablar de una madre dominante que cree que todos los niños y niñas del mundo, hijos e hijas de otras madres y padres, son también los suyos propios y que así actúa sobre ellos, imponiendo su autoridad y perspectiva, con el objetivo de satisfacer sus propias necesidades y obsesiones -que considera universales-, sin detenerse jamás a preguntarse a sí misma, ¿acaso tengo, en verdad, razón?

¿Y qué culpa tenemos nosotros de andar repitiendo los patrones que esta señora nos ha inculcado? Bueno, desde el momento en que podemos percatarnos de hasta qué punto se nos ha influenciado externamente, tenemos al menos la oportunidad de hacernos responsables de nosotros mismos en la medida de lo posible.

Podríamos, de hecho, abandonar esa ridícula noción de que existe únicamente un "yo", que nos hace planos, y pensar que quizá somos, por el contrario, una figura geométrica de múltiples caras. ¿No hemos sentido nunca que muchos deseos y miedos -o, como preferiría llamarlos, contra-deseos-, gritan, se gritan, como peleando entre sí, como elevando unos la voz por encima de los demás, tratando de hacerse notar sobre los alaridos de sus compañeros?
Ahora sí: ¡esto somos nosotros! Todas esas voces que pugnan por salir, por ser representadas, ese jardín de infancia particular en nuestras cabezas, cada uno de ellos es nosotros. Somos nosotros. Normalmente priorizamos algunas de las reacciones sobre las otras y quizá esté bien así pero, ¿no ganaríamos mucho prestando igual atención a todas las demás? ¿No sería, al menos, más justo?

Imaginemos nuestra mente como una enorme guardería llena de niños cada uno de los cuales precisa como mínimo la misma atención que los demás, si por costumbre o pereza escuchamos más a unos que otros, ¿de qué nos extraña si luego nos sentimos mal en nuestro fuero interno? Hay un montón de vocecitas acalladas, tan dignas como cualquiera en un principio de que les prestemos atención. Haciéndolo podemos, incluso si lo que proponen nos desagrada, indigna o molesta, explicarnos y explicarles nuestro desagrado, indignación o molestia para con ellas, cultivando para adentro una inmensa armonía que se manifiesta también luego hacia afuera.

Aquello de sanar a nuestro niño interior cobra mayor sentido cuando comprendemos que no sólo hay uno ahí dentro siendo ninguneado, sino muchos. Es momento de que los integremos a todos.

1 comentario:

  1. M'encanta aquest text. Una vegada vaig descriure la meua ment com un camp de batalla entre emocions de distint tipus. Unes cantaven victòria, i altres agonitzaven moribundes al terra. Però no sabia quines eren cadascuna.
    Ara, a dia de hui, és quan comence a ficar pau. Ara és quan comence a distingir quines guanyaven i quines perdien. Ara veig com algunes emocions, aparentment contraposades, s'ajuden entre elles.

    Som totes les possibilitats del "Jo", som multitud de camins. Som infinits.

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