31.8.11

Ellos venían de lejos


Si hubieran conocido la lengua de la ciudad, habrían podido preguntar quién hizo al hombre blanco, de dónde salió la fuerza de los automóviles, cómo se sostienen los aviones, por qué los dioses nos negaron el acero.
Pero no conocían la lengua de la ciudad. Hablaban el viejo idioma de los antepasados, que no habían sido pastores ni habían vivido en las alturas de la sierra nevada de Santa Marta. Porque antes de los cuatro siglos de persecución y de despojo, los abuelos de los abuelos de los abuelos habían trabajado las tierras fértiles que los nietos de los nietos de los nietos no habían podido conocer ni siquiera de vista o de oídas.
De modo que ahora ellos no podían hacer otro comentario que el que les nacía, en chispas burlonas, de los ojos: miraban esas manos pequeñitas de los hombres blancos, manos de lagartija, y pensaban: esas manos no saben cazar, y pensaban: sólo pueden regalar regalos hechos por otros.

Estaban parados en una esquina de la capital, el jefe y tres de sus hombres, sin miedo. No los sobresaltaba el vértigo del tráfico de las máquinas y los transeúntes, ni temían que los edificios gigantes pudieran desprenderse de las nubes y derrumbárseles encima. Acariciaban con las yemas de los dedos sus collares de varias vueltas de dientes y semillas, y no se dejaban impresionar por el estrépito de las avenidas. Sus corazones se compadecían de los millones de ciudadanos que les pasaban por encima y por debajo, por los costados y por delante y por detrás, sobre piernas y sobre ruedas, a todo vapor:
“¿Qué sería de todos ustedes -se preguntaban lentamente sus corazones- si nosotros no hiciéramos salir el sol todos los días?”

Ellos venían de lejos. Vagamundo y otros relatos. Págs. 77-78. Eduardo Galeano.

Se vive para darse



¿Cuántos días han transcurrido? ¿Cuántos meses? Una noche se descubre que llevar la cuenta es peor. Antes, antes. Gustavo mira sin ver. Abolir el tiempo. Volver atrás. Quedarme, Carmen, quedarme en vos. Yo creía, Carmen, que no ibas a terminarte nunca. Te apreté la mano y la mano latía, estaba viva como un pájaro. Antes, antes de todo. Y las estrellas, papá, ¿qué hacen durante el día? ¿Por qué ponieron mosquitos en el Arca de Noé? ¿Por qué mamá murió? Dos perros rodaban mordiéndose por los médanos y Gustavo ya había estado preso, no dormía en casa, tres veces habían venido a revolver las cosas unos tipos de uniforme, estaban armados como los que trabajan en la tele, esos de la serial de “Combate”, daban vuelta la casa y Tavito los miraba sin pestañear y sin abrir la boca, clavado contra la pared; el cuerpo le temblaba hasta los dedos de los pies. Gustavo le había dicho: hay tantas cosas que tendrás que descubrir, Tavito. Las cosas invisibles, las difíciles, la brecha que te espera entre el deseo y el mundo: apretarás los dientes, resistirás, nunca pedirás nada. No, no se vive para ganarle a nadie, Tavito. Se vive para darse.

El deseo y el mundo. Vagamundo y otros relatos. Págs. 28-29. Eduardo Galeano.

26.8.11

Lo práctico mata lo mágico

Porque la voluntad pura, no saciada con el objetivo, liberada de la codicia del resultado, es en todos los sentidos perfecta., Aleister Crowley.

* * * * * *

Si en el encuentro buscas, y buscas el encuentro, y si todo esperas, y si sobre la mesa descubres la baraja de cartas entera, y si las preguntas que formulas son siempre las adecuadas pero nunca las correctas, y si te comportas como si supieras, y si crees de verdad que sabes, y si no te rebelas más que cuando cabe rebelarse, y si entiendes pero no comprendes, y si olvidas lo ansiado en lugar de perseguirlo, si te basta con desbancar cada anhelo trascendente...

Se te agrieta el corazón.

25.8.11

Educar

Montaje realizado por Caïm a partir de dos fragmentos de viñetas anteriores realizadas por Andrés Diplotti de La pulga snob y Cupido de Mi Clon Malvado.


12.8.11

No puedo dejar de ser yo. Aunque finja ser otro, soy yo finjiendo ser otro.
No puedo dejar de ser espontáneo. Aunque trate de serlo, ¿no es este tratar espontáneo? ¿No surge de la nada? ¿No surge de "algún lugar" al que no tenemos posibilidad de llegar o conocer? ¿No es ese "lugar" yo mismo?
No importa que esté pensando en el pasado o en el futuro, pues, ¿no es justamente en este instante presente cuando lo estoy haciendo?
No puedo dejar de estar aquí, en este lugar, por mucho que piense en otros lugares, cercanos o lejanos.
¿No ha sido mi estancamiento, el libre fluir de los sucesos?

11.8.11


Algunas personas toman decisiones.
A otros, a veces por impulsivos, a menudo por rezagados, son las decisiones mismas quienes nos toman a nosotros.

Lo que poseemos, en cualquier caso -llámalo defecto o llámalo virtud-, es la capacidad para dejarnos llevar. No cultivamos el desapego -eso tendría demasiado de voluntario, de racional-, nos crece por dentro, nos sale solo, lo criamos inconscientemente.

3.8.11

La lógica de la modernidad


La lógica de la modernidad implicaba su imposición al mundo entero y condenó a los blancos al fatum de la raza de Caín: nadie podía escapar a la homogeneización, a la mistificación de la especie. Cuando los negros intentan blanquearse, se convierten en el espejo deformante de la negrificación de los blancos, automistificados desde el principio por su propio dominio. El decorado de la moderna civilización multirracial no es más que un universo de ilusiones ópticas en el que se ha falsificado todas las singularidades de raza, sexo y cultura hasta convertirlas en una parodia de sí mismas. De forma que es la especie entera la que, a través de la colonización y la descolonización, se autoparodia y se autodestruye en un gigantesco dispositivo de violencia mimética en la que se agotan tanto las culturas indígenas como la occidental, ya que esta última no ha triunfado en absoluto y, de hecho, hace tiempo que perdió su alma.

La agonía del poder, Jean Baudrillard. Ediciones Pensamiento.

1.8.11

Agua

Me cuesta el agua como la guerra, pero me da resultados.
No como la guerra.

Me aguanto hasta darme cuenta de que lo elijo yo,
personalmente,
el aguantarme,
porque soy yo quien quiere quejarse.
Alguno diría quéjate entonces.
Pero lo hago a menudo sólo porque si,
por quejarme y punto.

El fuego derritió el hielo y al fin,
a pesar de todo,
me siento líquido:
lo he deseado toda la vida.
Arder ha tenido sentido pero,
es momento ahora para otra cosa.