6.2.11

Sin ángulos rectos


De un mundo a otro solía no cambiar ni de traje ni de nombre. Caminaba entre multitudes distintas con una  expresión, una cara, siempre la misma máscara. Y decía Éste *soy* yo. Y a mi alrededor trazaba, dejando poco espacio para la respiración y el movimiento pero sin mediar palabra y sin ninguna duda, una circunferencia. Y decía, señalando hacia afuera, ésos -siempre en minúsculas- *sois* vosotros.

Ya no lo hago. No sé exactamente por qué. Tal vez ni siquiera estaba equivocado. Tal vez las cosas funcionan tal y como yo creía que funcionaban. O quizá no. Pero sé que, de haber un error, no me di cuenta tras quedarme solo. Ni después de que todo lo que había construido creyendo que duraría para siempre se derrumbase. Tampoco tras perder toda esperanza. No. Ocurrió en el momento en que dejé de preocuparme por mantener limpio el viejo traje. Cuando ya ni me importaba aquel viejo nombre. Cuando deje de caminar entre "multitudes distintas" para empezar a formar parte de ellas -lo que tuvo lugar a la vez que dichas multitudes dejaban de parecer aquellas masas informes homogéneas que posiblemente nunca existieron-. Cuando me vi en situaciones que no tenían por qué haber pasado pero pasaron, dándome la oportunidad de deshacerme de mi máscara, mi querida máscara -parece difícil pero se convierte en algo bastante obvio cuando compruebas que algunas personas simplemente no la ven, o miran directamente a través sin poderlo evitar-. Cuando no sólo yo sabía que no fingía ni tenía por qué hacerlo, sino que nadie lo pensaba siquiera. No había motivo alguno para hacerlo.

Y ahora, en este preciso instante, podrían acusarme de cualquier cosa; podrían echarme en cara las peores hazañas, culparme de los peores pecados; podrían rechazarme de cualquier manera y por cualquier razón. Podrían tirarme al suelo y patearme hasta el amanecer. O hasta que no hubiera mañana. Cualquier cosa. Pero nadie me convencería, en modo alguno, de mi propia culpabilidad. Porque ya la acepté. Porque ya pasó hace mucho tiempo. Porque ahora sé que todos estuvimos allí, sentados en el banquillo de los acusados. A todos nos consideraron víctimas y verdugos. A todos nos despreciaron y admiraron, amaron y odiaron, abrazaron y abandonaron. A todos nos juzgaron y condenaron. Y también todos fuimos redimidos, todos. Sin excepción. 
La salvación no está por llegar: lleva aquí mucho tiempo, dentro de nosotros; jamás se fue, de hecho.

Nunca hubo decadencia, ni progreso. Nunca nos hicimos mejores, ni peores.
Nunca avanzamos hacia ninguna parte, ni tampoco nos quedamos atrás.
La vida no tiene ángulos rectos, ni puntas, no hay ningún vértice al final y posiblemente tampoco hay ningún final. Todo ya está sucediendo.

5 comentarios:

  1. ola, señor Khuai, como estás? como che vai na feira?
    Só podo comentarche o título da entrada gratuíta a ti mesmo. Do resto non me dá saído nada articulable e iso ten o seu aquel, non é frecuente que eu non teña nada que alegar a favor ou en contra do que oio, escoito, leo...
    Os ángulos rectos, levo todo o día con eles e non dou dado unha resposta que os afiancen. Eu sempre os dei por sentado e iso pode ser erro. Que ben que o mencionaches!

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  2. Tengo la certeza de que en la naturaleza espontánea no se dan los ángulos rectos, siempre aparece lo que algunos en nuestra moderna civilización denominarían imperfecciones, que yo llamaría "válvulas de escape" o "líneas de fuga".

    Y quizá esa característica de las construcciones actuales de nuestra sociedad las haga tan frágiles.

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  3. Ou sexa, que no que coidamos un ángulo recto, a natureza ofértanos sempre unha liña da fuga...pois haberá que aproveitala, aínda que só haxa unha entre un millón.

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  4. Sí. Ahora pensaba en esas personas llenas de ángulos rectos y puntas, llenas de orden y rigidez -porque yo también he tenido este aspecto alguna vez- y en cómo cualquier cosa, por leve que sea, las daña y tensa.

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  5. Veña, home, seguro que esta xente punti aguda non será tanto e os seus ángulos rectos terán imperfeccións e fisuras por onde se lles poida coar algo de humanidade. Todos temos que traballar continuamente a nosa angulación, para que non nos estrangule.
    Non podo imaxinarte, señor Khuai, ríxido e peliagudo. Chegaches a levar algunha vez gravata?

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