Más de un millón de metáforas encriptadas, sólidas,
congeladas en el espacio como esquirlas de universo,
replicándose a sí mismas hasta el infinito, codificadas,
accesibles solo a través de pictóricos silencios, y mantras.
Más de un millón de metáforas encriptadas, cálidas,
radiantes como mandíbulas de verdugos humanos,
sacrificando cuerpos como envases, siempre activas,
anunciándose ocultas como llaves clandestinas.
Más de un millón de metáforas encriptadas, mágicas,
tanto dulces como ásperas, de amor puro metafísico,
de espíritu lúdico imparable, reguero de pólvora,
tan dispuestas al diálogo como a la dinamita.
29.10.11
28.10.11
Lotta y las hormigas
Allí nos encontrábamos Lotta y yo, pisando alegres pavimento de un entorno que nos era a ambos muy familiar; la fecha, sin embargo, significativa y distinta. Casi un año después de haber hecho de la ciudad un punto de partida para los dos como conjunto, y luego haberla abandonado, caminar por sus calles resultaba de lo más extraño, hermoso aunque a la vez fantasmagórico.
El área perteneciente a la zona universitaria por la que tantas veces habíamos paseado indolentes nos brindaría, pronto, un nuevo interés mutuo: las hormigas.
Las hormigas o formícidos, del orden de los himenópteros, de las cuales existen, aproximadamente, de 12000 especies clasificadas a más de 21000 especies especuladas, podrían constituir del 15 al 25% del total de la biomasa de los animales terrestres y se caracterizan por su alto grado de especialización, su habilidad para la comunicación individual y su capacidad para la resolución de problemas complejos.
Y nosotros las seguimos. Seguimos su rastro para verificar su origen y encontramos el agujero que servía de entrada a su probablemente gigantesca y laberíntica casa, el hormiguero. En aquel momento, de las hormigas no había más que Las Hormigas, se trataba sin lugar a dudas de un grupo compacto que, de repente, captaba toda nuestra atención y nos fascinaba. Y en nuestra fascinación, nos animamos, incluso, a colaborar un poco con nuestras nuevas amigas. Lotta y yo recogíamos aquellas cositas, en su mayoría semillas, que veíamos cargar a los bichitos y las colocábamos algo más cerca, procurando no entrometernos demasiado bruscamente, no fuéramos a arruinar todo el esfuerzo que ponían ellas con empeño y dedicación.
Al cabo de un tiempo indeterminado, mi amante-bandida, Lotta, y yo, emprendimos el camino a casa, entusiasmados con nuestra nueva afición: las hormigas. Comentábamos su estructura en castas y ella, más ducha en biología que yo, me explicaba su comunicación mediante señales químicas denominadas feromonas y cómo emplean sus largas antenas móviles para percibir olores, para orientarse, para obtener información de la dirección e intensidad de los olores. Y de cómo usan la superficie del suelo para depositar rastros de feromonas que otras de sus congéneres pueden detectar.
En una de nuestras visitas, en su afán por alegrar la vida de aquellas diminutas criaturas que tanto alegraban la suya propia, Lotta, radiante, consiguió una piruleta y la llevó consigo junto al hormiguero. La había sacado de su envoltorio y se dedicaba a lamerla sin idea de terminarla pues, como ya había planeado, una parte de ella estaba destinada como ofrenda para las hormigas.
Una vez en el enclave de los formícidos, Lotta arrancó algunos pedazos de piruleta y los dispersó alrededor del campamento. Una vez hecho esto, nos marchamos, de la mano, muy contentos. Ella ya sonreía y se regocijaba pensando en volver al día siguiente a observar la evolución de su acción. Y no nos imaginábamos hasta qué punto ello cambiaría nuestra percepción de lo que, ante nuestras caras perplejas de mirones omnipotentes, había estado teniendo lugar.
A nuestro regreso, la tarde del día siguiente, nos llevamos una desagradable pero llamativa sorpresa: se llevaba a cabo, justo ante nuestras narices, una guerra encarnizada entre lo que nos pareció, en un principio, dos grupos diferentes de hormigas. Al principio no entendíamos la razón por la cual los insectos se disponían unos contra otros con tal fiereza que se desmembraban y mutilaban mutuamente hasta la muerte. Diferentes especies de hormigas se disputaban una batalla que, tras comprobar nosotros la procedencia de las desconocidas, pensábamos como territorial. Un largo reguero de animales, algunos pequeños y otros más grandes, provenía desde la colina junto a la acera y se mezclaba con las que, desde entonces, comenzamos a denominar "las nuestras" o "nuestras hormigas", producida ya la primera identificación tribal con aquella sociedad de hormigas frente a la otra.
Mientras nos devanábamos los sesos en busca del motivo por el cual se producía la contienda, observamos detenidamente los pedazos de piruleta arrojados junto a las hormigas el día anterior. Cientos de pequeñísimas criaturas anaranjadas, hormigas de otra especie cuyos miembros apenan superaban unos milímetros de longitud, se apiñaban glotonas a su alrededor y por encima, hasta cubrirlos por completo. Aquello tenía un aspecto inquietante, si bien no sería hasta nuestro siguiente viaje cuando lo comprenderíamos todo.
La última vez que visitamos a nuestras amigas las hormigas, un enjambre multitudinario de pequeñas invasoras se dedicaba a acorralar el antaño dominio de nuestro grupo favorito de formícidos. Las hormigas intrusas eran, desde luego, más pequeñas y débiles que sus prójimas pero disponían de mayor velocidad y un número considerablemente superior de unidades efectivas: eran máquinas de guerra y conquista, preparadas para la total aniquilación de sus enemigas. Se habían visto atraídas por los trozos de piruleta que nosotros habíamos dejado allí y habían considerado, seguramente, que el lugar era tan bueno como cualquier otro repleto de golosinas dulces para expander su imperio de millones de antenas y pinzas.
Estábamos horrorizados. Proclamábamos nuestro terror a diestro y siniestro, y no dábamos crédito a lo que veíamos. Lotta sentía deseos de aplastar a todas las hormigas atacantes pero ni aún habiéndolo hecho podría haber colaborado demasiado con nuestro equipo: pisar a las hormigas que nos caían mal sin hacer daño a su vez a las que nos caían bien era prácticamente imposible en la situación en que nos encontrábamos. No obstante, ambos comprendimos rápidamente que no era interfiriendo como podíamos ayudar. De hecho, era interviniendo como habíamos creado todo el desorden, creyéndonos con la suficiente superioridad intelectual y moral como para decidir qué les hacía falta a los animales y cómo podíamos aportarles nosotros a ellos, desde nuestra ventajosa posición de observadores objetivos, exactamente lo que necesitaban para, al mismo tiempo, sentirnos poderosos y rebosantes de bondad, la caridad de Dios hecha carne. Y no obstante, ahí lo teníamos. Los efectos del intervencionismo político alegóricamente anunciados por un par de colonias de hormigas enfrentadas a causa de nuestra negligencia y parcialidad.
¿Ves? -le comenté a Lotta-, como a pequeña escala, igual sucede a gran escala. Todo es lo mismo a diferente nivel. Como todos esos gobiernos, organizaciones e individuos que deciden intervenir en problemas y situaciones nacionales y sociales que no les incumben y que acaban, a pesar de sus presuntas buenas intenciones originales, no aportando sino mayor daño y sufrimiento del que ya había previamente y, en cualquier caso, no solucionando nada en absoluto.
Quiero irme ya de aquí -sentenció Lotta, compungida.- Ya no me gusta esto, ojalá no hubiera tirado al suelo esos trozos de piruleta, entonces nada de esto habría sucedido.
Tienes razón -asentí, tratando de consolar a Lotta. -Pero no te sientas culpable. Actuamos sin reflexionar sobre las posibles consecuencias de nuestras acciones y ahora hemos comprobado los resultados. No nos gustan pero hemos aprendido mucho y eso significa que, en la próxima ocasión que se nos presente, sabremos hacer lo correcto.
Sí -terminó Lotta-, y ahora vámonos a casa y esperemos que todo esto se solucione solo y por sí mismo.
Y así, Lotta y yo, emprendimos tristes pero despiertos por el nuevo descubrimiento, el camino al hogar donde nos preparamos una cena deliciosa y nos permitimos olvidarnos, durante un rato, de las hormigas y sus cosas.
Movimiento octalinear
Funciono como organismo inquieto metafórico de avanzar múltiple y octadireccional.
Parezco lento porque los observadores piensan sólo linearmente.
Pero me encuentro caminando hacia todas partes a la vez, sin pausa alguna.
Desierto, bosque, tierra y mar, todo se abre ante mis brazos extendidos.
Radio de emoción, ¿por qué habría de contenerme?
Podría llegar mucho más lejos justo ahora pero no hay ninguna prisa.
Estoy ya presente en todo el mundo, así me veo.
Como Dios habitando dentro de sí mismo, así me entiendo.
Interactuando en un multitudinario campo de juegos.
En un territorio adaptado para el constante cambio.
Y aunque todo parezca haber estado allí desde el principio,
en la exacta misma posición en que se muestra,
la naturaleza permanece continua aunque sus patrones sigan,
por el momento, bajo el umbral de lo desconocido.
16.10.11
El salto final
Las dimensiones de la piscina exceden considerablemente todo lo razonable. Cualquier observador desistiría de inmediato en la tentación de estimar sus proporciones. Su anchura se hunde en la tierra y su longitud se pierde hasta fundirse con el horizonte.
Y sólo ella tiene la llave de la puerta que permite al mundo liberarse.
El cielo no deja a la noche imponérsele del todo. Incluso a pesar de que el Sol se ha marchado ya con su día a alguna otra parte, aunque desde la perspectiva presente la existencia de cualquier otra parte parezca, sencillamente, imposible. Un fulgor anaranjado, como de acero candente, hace a los astros invisibles.
Bajo ese cosmos de vidrio fundido, un grotesco conjunto de innumerables criaturas humanas se extiende hasta donde alcanza la vista, ordenadas en fila ante el descabellado estanque, configurando la más absurda de las imágenes.
En su incoherencia se apilan los humanos, no obstante, civilizadamente. Consecuentes con el espectáculo que se desarrolla más adelante, todos aguardan con más o menos paciencia pero, eso sí, sin romper filas. Haciendo cola esperan, sin rechistar, su fatídico destino.
Hasta los lemmings, en su bendita ignorancia, poseen una justificación para su tragedia.
El chisporroteo de la grasa ardiendo, y el olor, como de pollo asado, adquieren mayor relevancia en cuanto el individuo, ya cadáver, cesa en sus espasmos y alaridos desgarrantes. Por regla general, la muerte -llamada "rápida"- se produce debido al shock y sucede de manera inmediata.
Todo el dolor infinito e inimaginable del cuerpo, que se retuerce hasta contraerse sobre sí mismo adoptando posición fetal, transcurre en realidad en unos pocos segundos, pasados los cuales la persona no da señales de vida en absoluto.
En su barbarie se organizan los humanos en dos grupos: el grupo 1, aquellos que dirigen la operación y permanecen expectantes, vigilando que todo se cumpla según lo previsto. El resto, el grupo 2 que, como comandados por una fuerza superior y externa, conforma el escuadrón suicida que se lanza al entramado espeso que hierve ante sus narices. Si me pidieran una definición de la estructura hacia la que saltan sin remedio los miembros del segundo grupo sólo diría tres palabras: una freidora gigante.
Y sólo ella tiene la llave de la puerta que permite al mundo liberarse.
De vez en cuando aparece, tras cientos de dóciles y eficientes kamikaze que no se lo piensan ante el aceite hirviendo y las llamaradas fortuitas, algún disidente que, tras las miradas de reprobación del grupo 1 -y algún empujón de sus propios compañeros impacientes del grupo 2-, acaba también no obstante derritiéndose achicharrado en el oro líquido y brillante.
Sólo unos pocos vigilantes conforman, de hecho, el grupo 1. Sin embargo, la exagerada mayoría del grupo 2, con su ventaja numérica, no supone ningún problema para la ejecución de los sucesos tal y como están planeados.
Cada grupo cumple disciplinadamente su función.
Y sólo ella tiene la llave de la puerta que permite al mundo liberarse.
13.10.11
¿Es el cielo el límite... o la billetera?, S.
6.10.11
Emperador Norton I
Todo el mundo comprende a Mickey Mouse. Pocos comprenden a Herman Hesse. Sólo un puñado comprende a Albert Einstein. Nadie comprende al Emperador Norton.
Principia Discordia
3.10.11
Cómo hablar con los dioses
Aceptemos esto de momento: hay Grandes Ideas en el mundo. Eran Grandes antes de que naciéramos y lo aún lo serán durante mucho tiempo después de que seamos polvo. El Odio es una de esas ideas, y el Amor es otra de ellas. Tenemos luego el Miedo, y la Culpa.
Así pues... para invocar a un dios, lo único que hay que hacer es concentrarse en ese dios excluyendo cualquier otro pensamiento.
Digamos que quieres invocar la Gran Idea Comunicación en la forma del dios Hermes, de forma que te garantice una lengua de plata. Hermes es la personificación Griega de la inteligencia rápida, arte y embrujo; las cualidades que representa tomaron forma física a partir de los artistas clásicos en un símbolo de veloz y desnuda juventud, con las finas alas de un ave joven y vestido tan sólo con corrientes de aire. Hermes es una condensación en forma pictórica - un sigil, de hecho -, de un estado fácilmente reconocible de la consciencia humana. Cuando nuestras palabras y nuestra mente son ágiles, cuando conjuramos la risa desde los otros, cuando hacemos poesía, estamos en la presencia de Hermes. Estamos, de hecho, poseídos por ese dios. No estoy sugiriendo que exista un Monte Olimpo platónico real donde una serie de dioses tipo Hollywood se sientan alrededor de un estanque observando los asuntos de los mortales haciendo pausas tan sólo para bajar a nuestro mundo cuando alguno de nosotros cree en ellos lo suficientemente fuerte. Resultaría una forma demasiado complicada para explicar algo bastante simple; la verdad es que no tiene que existir un Monte Olimpo para que encuentres a Hermes o algo que se le parezca bajo un nombre distinto. Ni siquiera tienes que "creer" en los dioses griegos para invocar a cualquiera de ellos. Hermes personifica una Gran Idea, y todo lo que tienes que hacer es pensarle fervientemente y aparecerá tan veloz en tu mente que le reconocerás al instante. La gente tiende a ser poseída por dioses arbitratiamente porque no los reconocen como tales; una persona puede ser dominada por la ira (el dios griego Ares), podemos dejarnos llevar por la pasión (Afrodita) o por la aflicción (Hades). en la vida encontramos estas Grandes Ideas todos los días, pero ya no usamos la palabra "dios" para describirlas. El mago evoca conscientemente estos estados y los renombra en estos dioses para separarlos de su Yo, para poder estudiarlos y aprender. Quizá querrías conectar con Hermes si estás comenzando una novela o dando una charla o simplemente quieres entretener a una nueva pareja con tu ingenio.
¿Cuántos Hermes? La forma que una Gran Idea toma dependerá de tu tradición y deseos. La bella juventud eléctrica de los griegos es una imagen bien conocida en las culturas occidenteles, habiendo sido apropiada para todo desde los comics de la edad de oro de Flash hasta el logo de la cadena de floristas Interflora. Otras culturas personifican velocidad, ingenio e ilusión de forma ligeramente diferente, pero el complejo de ideas se mantiene similar en todas partes: velocidad, palabras, escritura, magia, ingenio, son todas cualidades que asociaríamos con Hermes; pero en la India esta Gran Idea no está encarnada en este veloz corredor sino como un joven rechoncho con cabeza de elefante que con un colmillo roto escribe la historia del universo. Este es Ganesh, el escriba del panteón hindú. En Egipto, el equivalente a esta Gran Idea es Thoth. En tradiciones nórdicas, Odin o Wotan es el Señor del Rayo y la comunicación (Wotan tiene un sólo ojo y en sus hombros se sientan los cuervos Pensamiento y Memoria que le traen datos instantáneos desde todos los rincones del mundo). Hermes. Mercurio, Odin, Ganesh, Thoth; todos estos nombres representan distintas formas físicas en las que representar la comunicación y la velocidad. Algunos tipos de reduccionistas podrían entender en este significado la consideración que el "Monte Olimpo" es una metáfora sobre una 'consciencia colectiva'.
Experimento: Escoge a un dios o demonio tradicional de algún libro de mitología y aprende todo lo que puedas sobre lo que elijas. Sugiero empezar con una deidad benigna a no ser de que seas estúpido o muy duro y te apetezca meterte en asuntos mentales sucios, en cuyo caso recomendaría elegir algún demonio de los grimorios medievales y confiar en tener fuerza suficiente como para manejar la intensidad de los sentimientos negativos que encarnan estos "demonios".
En cualquier caso, sugeriría comenzar con Hermes, dios de la Magia, en su forma como Ganesh. A Ganesh se le conoce como el destructor de obstáculos y parte de sus características es la apertura que proporciona al mundo mágico, con lo que es bueno siempre pedir su apoyo si piensas en serio acerca de seguir un camino 'mágico' . Llama fervientemente a Hermes. Haz de sus atributos tu lujuria. Bebe café o Red Bull en su nombre o métete una raya de speed, dependiendo de tus niveles de abuso de drogas. Llena tu cabeza con imágenes de veloces jets y trenes-bala. Pon el "Ray of Light" de Madonna y llama a Hermes. Rodéate con comics de Flash e invoca a Hermes. Apréciale con tus propias palabras, y llámalo en tí, construyendo un puente entre tus propios sentimientos relacionados con él y las energías descendientes de la Gran Idea. La llegada del dios es fácilmente distinguible; deberías sentir algún sentido de presencia o incluso una posesión suave (recuerda lo que esto significa; estamos "poseídos" por Venus cuando el Amor destruye nuestra razón. Estamos poseídos por Marte cuando la Ira nos ciega. Aprende a reconocer los sentimientos específicos que describe la palabra "posesión". Esto te permitirá estudiar a tu Gran Idea elegida y sus efectos en el sistema nervioso humano desde muy cerca sin llegar a estar muy asustado o superado emocionalmente y sin control) Podrías notar una tendencia o voz distinta en tu cabeza con un carácter externo y extraño pero aún familiar, como algo separado de tí.
Haz preguntas, apunta las respuestas en tu cabeza. Recuerda todo lo que oigas o sientas y apúntalo por estúpido que parezca. Mantén la sensación de contacto, pregunta y respuesta, mientras veas que puedes aprender algo. Recuerda también que Hermes es ingenioso y juega y le encantan los juegos del lenguaje, así que prepárate para acertijos y juegos de palabras inteligentes cuando contactes esta Gran Idea. A veces el rápido torrente de pullas y bromas puede parecer una pesadilla de iteraciones fractales, pero si vas a jugar con Hermes, prepárate para pensar rápido e impresionar con tu velocidad. Si, por el contrario, sólo hay un débil resultado o ninguno en absoluto acerca de presencias externas, no te preocupes. Intentalo de nuevo con Ganesh, Odin o un dios con el que te encuentres más cómodo. Continúa con el experimento hasta que consigas generar el estado mental requerido. No es difícil; si puedes hacerte sentir Ira, o Triste o Feliz pensando sobre algo (y la mayoría de la gente puede), ya estás preparado para invocar dioses y Grandes Ideas.
Los demonios son... Nada más y nada menos que la forma en la que te sientes cuando alguien que querías te ha abandonado, cuando has sido humillado en público, o cualquiera de los otros valores típicos negativos a los que tenemos acceso como seres humanos. El Infierno es tan sólo la Degradación Eterna y donde se deshace nuestro Ser. Cuando Nietzsche proclamó que dios estaba muerto, se le olvidó añadir que Satán también está muerto y que somos libres de toda esta antigua lacra.
Experimento: Utiliza las técnicas aprendidas para invocar a dioses y demonios clásicos y aplícalos a cosas que sabes seguro que no son reales, como los dioses de los libros de comics de Jack Kirby, los monstruos de los Mitos de Cthulhu de H.P. Lovecraft, personajes de Pokemon, o los Cenobitas de Clive Barker.
Descubrirás que puedes evocar a cualquiera de estos personajes de la misma manera. En lugar de Hermes, dios mensajero, es posible invocar lo mismo desde una perspectiva cultural totalmente distinta - recomiendo al menos una invocación de la fuerza veloz de Hermes en la forma de Metron, el nuevo explorador intelectual informático de los comics de "Nuevos Dioses" de Jack Kirby. He tenido bastante éxito contactando con los Dioses de Kirby, incluyendo un memorable encuentro con la Gran Idea de la Ira Justa en su aspecto como "Orion" en los interminables campos de batalla cósmicos del Cuarto Mundo. Invoca la fuerza guerrera y energía marcial en la forma de Orion rodeándote con imágenes de los comics de Kirby, tocando "Marte" de la Suite de los Planetas o el "Revolution #9" de los Beatles, o con el sonido de disparos y bombas desde un disco de efectos especiales. Invoca a James Bond antes de una cita tocando los temas de Goldfinger y Thunderball vestido con traje de pingüino. O intenta invocar a Dionysos, el dios del delirio creativo, en su aspecto juguetón, Ace Ventura, el detective de las películas de Jim Carrey - rodéate de tus propios animales de juguete y mascotas, pon las películas, imita la forma de moverse del autor y utilízalos para formular un sigil físico que puedas llevar a cabo en el espacio de tu ritual. Haz esto hasta que te conviertas en Dyonisos como Ace Ventura. Atiende a lo que sucede a tu sensación del yo y piensa en formas en las que usar estas nuevas cualidades "divinas" que has invocado en tí mismo (o traído de tu "subconsciente", o elegido, dependiendo de qué modelo utilizas para explicar tus experiencias).
Piensa en estas nuevas características o dioses como aplicaciones y cárgalas en tu cabeza cuando necesites usarlas. Cuanto más cargues una aplicación en tu cabeza, parece convertirse en más convincente e intrínseco al Yo. Por eso es por lo que los actores a veces tienen que hacer un esfuerzo para "bajar" de los roles que están interpretando y por lo que los magos a veces se sienten poseídos por dioses o demonios; estas aplicaciones están ejecutándose allí. Podrás ver que estos dioses son "características" o estados por defecto de la consciencia disponibles para todos. Con mucha práctica adquirirás facilidad para acceder a estos estados en tí. No hay que asumir aun así que estos estados sean sólo procesos internos psicológicos. Estas Grandes Ideas llevan aquí desde hace mucho tiempo antes de que llegaras, y seguirán durante una buena temporada desde que te vayas. Podrían considerarse cualidades poderosas y autónomas, y deberían ser respetadas como tales. Invocar mucha ira en tu vida te puede convertir en un broncas, invocar demasiada comunicación pagándolo con otras características te puede convertir en un pedante, y así. Siempre hay un peligro de que un "dios" sea adorado por encima de los otros. Si invocas a Ace Ventura podría ser que en lugar de ser divertido y creativo fueras un coñazo. Si invocas a los Cenobitas de Clive Barker sólo para ver si todo esto tiene mucho sentido, prepárate para tener que enfrentarte con asuntos fuertes de dominación, tortura, sumisión y dolor, pues estos son los parámetros que definen la conducta de los Cenobitas.
Eh tío, ¿donde está mi ego? El "ego" - en el sentido negativo - es ese sentido calcificado de un "Yo" estable y sin cambios, que la gente utiliza para defenderse contra el Miedo ante el Cambio y la Muerte. Es el Yo como una armadura; reconfortante y con capacidad de proteger, a veces el Ego no deja mucho sitio para maniobrar o adaptarse a nuevas situaciones. Por otro lado el Ego puede ser un arma poderosa que crea ese empuje heróico hacia la trascendencia que consume y resuelve ese mismo empuje dirigiéndolo hacia un contexto superior. Es interesante notar que no puedes ir más allá de tu Ego hasta que no hayas desarrollado uno hacia el que ir más allá. El ego, como Ser Individual, son los andamios para aquello que llamamos superyo o el memeplex (para utilizar el término de Susan Blackmore para lo que llamamos "personalidad" - ver "La máquina de memes" (Oxford University Press, Mayo 2000 para más cosas acerca de la teoría de la Dra. Blackmore).
El andamiaje es una parte necesaria para cualquier proyecto de construcción, pero durante los últimos doscientos años se nos ha insistido en que confundamos el andamiaje con el propio edificio. El individuo soberano alguna vez pareció tal premio respecto al desarrollo evolutivo de la mente que ahora es muy difícil dejarlo ir sin incurrir en traumas de extinción existencial, pero como todas las fases del crecimiento es tan sólo una fase, y ha de ser superada. Demoler el concepto del individuo creando deliberadamente una multitud de egos, personas, memeplexes o yoes, tiene la intención, al menos para mí, de ser un método para romper el calcificado concepto existencial de Yo en una serie de constelaciones fluidas de Múltiples Personalidades, desnudando a "la personalidad" y mostrándola como tan sólo una opción de comportamiento dentro de un menú de muchas.
La mayor parte de nosotros ha tenido alguna pequeña experiencia del gigantesco complejo fronterizo Mega-ChoronzonnoznorohC-ageM; el encuentro Choronzonico está presente en el implacable y aburrido autocuestionamiento de la bajada de las anfetaminas o la fiebre, y las experiencias cercanas a la muerte. Imagina esa parte de la mente que no hace más que charlar en tu cabeza aniquilándose en un autoanálisis imparable, y escucharás la voz de Choronzon. Choronzon es entonces este Yo Existencial en su último aliento, masticando su propio cerebro, buscando sustento y hallando tan sólo el acertijo en el Fondo que no tiene Fondo. Choronzon es cuando no queda nada excepto la muerte ante la nada. Más allá, los conceptos de identidad y personalidad no pueden sobrevivir. Más allá, no somos ya más nuestro Yo. La "personalidad" en la orilla del Abismo hará cualquier cosa, dirá cualquier cosa y encontrará cualquier excusa para evitar este paso de desintegración hacia el "no-ser".
La mayor parte de nosotros en las cada vez más populares tradiciones consumistas occidentales tendemos a esperar hasta la muerte antes de tan siquiera considerar el Choronzon. Dado que sólo podemos asumir que el sentido del Yo-Egoico es devorado en una llamarada de culpa o furia o negación o paz perfecta paz a través de la última inundación de endorfinas que se nos permite durante los cinco minutos anteriores a la muerte cerebral, el momento de la muerte me resulta uno especialmente vulnerable en el que también tendremos que hacer frente al terror existencial por primera vez. Mejor ir ahí pronto y explorar el paisaje. Morir antes de morir es una de las grandes experiencias del camino mágico. El Abismo entonces, es ese límite de la consciencia de sí donde el significado se rinde y da la vuelta convirtiéndose en su absoluto apuesto, consumiéndose en el "Ácido Choronzonico", un hipersolvente capaz de disolver el YoqueesYo. Aquí se encuentra la inmensa frontera entre el Ser y el No Ser al filo de la Consciencia Egoica y aniquilado contra ella.
El Abismo es un hiato en la consciencia, donde las nociones sobre identidad, raza, ser y territorio se consumen en una agonizante furia de contradicción.
Experimento: El "Juramento del Abismo" (Oath of the Abyss), es un encuentro corrosivo con las fuerzas Choronzonicas dentro de la personalidad. No es algo que llevar a cabo con ligereza, y sugeriría muchos años de desarrollo antes de intentar algo tan estúpido y glamouroso como destruir tu Yo tan cuidadosamente establecido. Las recompensas de un cruce exitoso del Abismo son muchas, pero un intento fallido puede dejarte roto por dentro, consumido por la duda, el miedo y la inseguridad, y bastante poco útil... ¡Revuelta a través de la magia! Seguir caminos de la "magia" es en sí un acto revolucionario con consecuencias de gran alcance.
De todas formas, antes de lanzarte a destruir "el Sistema", recuerda primero que nosotros lo construímos y en nuestro propio interés. Lo sostenemos constantemente, tanto con nuestra ayuda estando de acuerdo, o en oposición con nuestra disidencia. Los oponentes del Sistema son una función de este tanto como lo son sus defensores.
El Sistema es un fantasma ensamblado en las mentes de los seres humanos que operan dentro del Sistema. Es un padre virtual que hicimos que cuidara de nosotros. Lo hicimos muy grande y muy difícil de ver en su totalidad, y le servimos y nutrimos cada día. Por cada McDonalds que vueles, "ellos" construirán dos. En lugar de deslizar bolitas de Semtex entre los Happy Meals y la bandeja de plástico, sube a través de los rangos, echa a la junta de Directores y reconvierte la compañía en algo totalmente distinto; se aprendería bastante magia por el camino. Entonces conquista Disney, Nintendo, lo que te apetezca.
Lo que quiero decir con esto es, ¿y si "el Sistema" no es nuetro enemigo después de todo? ¿Y si en lugar de eso es sólo nuestro campo de juego, el 'entorno natural' en el que hemos crecido? ¿Y si sólo es nuestra jungla y océano, entorno artificial... en el que jugar con las mentes y donde danzar y transformar las cosas, lo mejor que podamos, en poesía?
Cómo hablar con los dioses, Grant Morrison.
Extraído de Decondicionamiento.
17:23
Nadie que no sea divino puede adorar a la divinidad., Gandharva Tantra.
Llámalo Dios, si quieres. Se trata de una Entidad. Ni maligna ni benigna. Yo diría que disfruta de una autonomía que nosotros, en principio, no poseemos. No se encuentra sujeto a ninguna atadura de tiempo y/o espacio. Y lo sabe.
Quizá todos formamos a la vez parte de Dios pero por regla general no tenemos ninguna idea de esto. Ni se nos ocurriría pensarlo, igual que no se nos ocurriría pensar que cada célula de nuestro cuerpo sabe, de hecho, que pertenece a un organismo mayor y posee una función determinada en el mismo.
Dios, como conjunto, como Entidad, se sabe Dios. Si existe uno sólo o muchos no estoy seguro. Cabe la posibilidad de que varias Entidades se repartan la conciencia universal o de que existan Entidades mayores o menores o de que una sola adopte todo tipo de disfraces según el caso. Nos importa un pito, justo aquí y ahora, en este punto de la historia.
En cualquier caso, Dios -que se sabe Dios-, se dedica a los asuntos de Dios. Las cositas de Dios. Va de aquí a allá, de alguna forma que seguro que a él, o Ella, le resulta muy sencilla pero que a mí, con mi perspectiva tridimensional básica, me jode el cerebro que te cagas de tan sólo imaginarla.
Y así estaba Dios en algún momento dado, situado entre el Ayer, el Hoy y el Mañana -a Dios todo esto le da más bien igual-, cuando, de pronto, queda perplejo. ¡Algo llama su atención! -la atención de Dios-.
Entre entretenido e irritado enfoca sus ojos u Ojo (grande y único), según toque, hacia un punto concreto de la Existencia. Algo no va como de costumbre. Apunta y apunta y apunta, atravesando tierra y agua, fuego y viento, y da con el objeto de su inquietud.
Ahí está.
Párate a mirar una laboriosa colmena de abejas, con sus activos enjambres, o algún incansable hormiguero, y siéntete superior: tú sí que sabes. Desde tu punto de vista, desde luego, esos diminutos bichos con sus diminutos asuntos no tienen ni la más remota idea de qué pasa ahí arriba.
Y mientras tanto, a Dios, todo grande y poderoso, se le está levantando una divina ceja de incredulidad justo ahora -porque no hay, de hecho, otra cosa que "ahora"-.
Ese tipo de ahí abajo, concluye Dios, no está mirando a las estrellas, ni repasando las constelaciones ni ensimismado con sus pensamientos. Tampoco está absorto con la belleza del horizonte o del crepúsculo. Está mirándome, piensa Dios.
Me está mirando fijamente a mí.
Así comienza el diálogo. Así comienza el cortejo y quizá el acoso. Así comienza la interacción.
Si hay uno, múltiple, o si hay muchos, si acaso es él o Ella, no tiene relevancia.
Y ese miedo, ese terror, ese pánico a lo desconocido, esa conspiración, o todo lo peor que quieras imaginar para frenarte en la identificación con lo divino, bueno, has de saber que no proviene de la Entidad o Entidades, de los "malos" ni de los "buenos"..., proviene, exclusivamente, de ti, de lo más adentro, de lo profundo del infierno.
Tu infierno.
Llámalo Dios, si quieres. Se trata de una Entidad. Ni maligna ni benigna. Yo diría que disfruta de una autonomía que nosotros, en principio, no poseemos. No se encuentra sujeto a ninguna atadura de tiempo y/o espacio. Y lo sabe.
Quizá todos formamos a la vez parte de Dios pero por regla general no tenemos ninguna idea de esto. Ni se nos ocurriría pensarlo, igual que no se nos ocurriría pensar que cada célula de nuestro cuerpo sabe, de hecho, que pertenece a un organismo mayor y posee una función determinada en el mismo.
Dios, como conjunto, como Entidad, se sabe Dios. Si existe uno sólo o muchos no estoy seguro. Cabe la posibilidad de que varias Entidades se repartan la conciencia universal o de que existan Entidades mayores o menores o de que una sola adopte todo tipo de disfraces según el caso. Nos importa un pito, justo aquí y ahora, en este punto de la historia.
En cualquier caso, Dios -que se sabe Dios-, se dedica a los asuntos de Dios. Las cositas de Dios. Va de aquí a allá, de alguna forma que seguro que a él, o Ella, le resulta muy sencilla pero que a mí, con mi perspectiva tridimensional básica, me jode el cerebro que te cagas de tan sólo imaginarla.
Y así estaba Dios en algún momento dado, situado entre el Ayer, el Hoy y el Mañana -a Dios todo esto le da más bien igual-, cuando, de pronto, queda perplejo. ¡Algo llama su atención! -la atención de Dios-.
Entre entretenido e irritado enfoca sus ojos u Ojo (grande y único), según toque, hacia un punto concreto de la Existencia. Algo no va como de costumbre. Apunta y apunta y apunta, atravesando tierra y agua, fuego y viento, y da con el objeto de su inquietud.
Ahí está.
Párate a mirar una laboriosa colmena de abejas, con sus activos enjambres, o algún incansable hormiguero, y siéntete superior: tú sí que sabes. Desde tu punto de vista, desde luego, esos diminutos bichos con sus diminutos asuntos no tienen ni la más remota idea de qué pasa ahí arriba.
Y mientras tanto, a Dios, todo grande y poderoso, se le está levantando una divina ceja de incredulidad justo ahora -porque no hay, de hecho, otra cosa que "ahora"-.
Ese tipo de ahí abajo, concluye Dios, no está mirando a las estrellas, ni repasando las constelaciones ni ensimismado con sus pensamientos. Tampoco está absorto con la belleza del horizonte o del crepúsculo. Está mirándome, piensa Dios.
Me está mirando fijamente a mí.
Así comienza el diálogo. Así comienza el cortejo y quizá el acoso. Así comienza la interacción.
Si hay uno, múltiple, o si hay muchos, si acaso es él o Ella, no tiene relevancia.
Y ese miedo, ese terror, ese pánico a lo desconocido, esa conspiración, o todo lo peor que quieras imaginar para frenarte en la identificación con lo divino, bueno, has de saber que no proviene de la Entidad o Entidades, de los "malos" ni de los "buenos"..., proviene, exclusivamente, de ti, de lo más adentro, de lo profundo del infierno.
Tu infierno.
La parábola del Gong (The Black Iron Prison)
Había una vez un joven Discordiano llamado Vara de Oro. Tempranamente, en su iluminación, se preguntó en que estación estaba su país.
Quizá fuera ésta la estación de la Discordia, en la cúspide de Burocracia. Sin duda, el Orden crecía hasta niveles nocivos.
O quizá fuera ésta ya Burocracia, en la cúspide de Consecuencias. Sin duda, el Desorden crecía hasta niveles muy desagradables.
En su búsqueda de Una Respuesta, Vara de Oro se encontró con el monje Discordiano Sin-pantalones. Sin-pantalones moraba en un sótano porque hubiera sido obsceno para él salir al exterior. Vara de Oro se liberó de sus leggings y descendió por las escaleras.
Abajo, Sin-pantalones se sentaba sobre un cojín en la posición de loto.
“Mi sabio amigo Sin-pantalones, he venido a hacerte una pregunta”, dijo Vara de Oro, “¿qué es la Burocracia?”
“En India”, dijo Sin-pantalones, “atan elefantes a árboles usando cuerdas finas. Un elefante podría, fácilmente, romper la cuerda, y aún así permanecen allí atados. ¿Por qué piensas que ocurre así?.”
“En India”, dijo Sin-pantalones, “atan elefantes a árboles usando cuerdas finas. Un elefante podría, fácilmente, romper la cuerda, y aún así permanecen allí atados. ¿Por qué piensas que ocurre así?.”
Vara de Oro se rascó y se encogió de hombros.
“Cuando el elefante es joven”, comenzó Sin-pantalones, “es demasiado d´bil para romper la cuerda. Lo intenta, pero finalmente acaba dejándolo. Cuando el elefante crece, no intenta soltarse de sus endebles ataduras porque cree que fallará.”
“Así que la cuerda no es lo que mantiene al elefante en su lugar”, dijo Vara de Oro, entornando los ojos hacia Sin-pantalones. “Eso es muy interesante pero, ¿qué tiene que ver con la Burocracia?”
“La Burocracia”, dijo Sin-pantalones, “es esperar a que el semáforo cambie de rojo a verde a mitad de la noche cuando nadie viene”.
A través del tiempo y el espacio, sonó un gong.
“La Burocracia”, dijo Sin-pantalones, “es esperar a que el semáforo cambie de rojo a verde a mitad de la noche cuando nadie viene”.
A través del tiempo y el espacio, sonó un gong.
Vara de Oro dejó el sótano y regresó al mundo real, bastante confuso. Mientras conducía de vuelta a casa, se saltó cinco semáforos en rojo. Su alegría crecía con cada uno de ellos. Hacia el final de su viaje se reía como un imbécil por su libertad recién descubierta.
Años pasaron y Vara de Oro continuó su viaje hacia las Consecuencias. Ignoró las señales de STOP, se saltó los semáforos en rojo, y abrió la capota del techo de su coche a pesar del peligro de desprendimiento
“¡Misericordioso tarado!”, gritó Bung-Fu el Idiota agarrándose al tablero de mandos.
“¡Vas a conseguir que nos matemos!”
“¡Tonterías! ¡Me he auto-emancipado de estas mundanas leyes de tráfico!” cacareó Vara de Oro. “¡Soy un presagio de las Consecuencias!”
“¿Siempre conduces así?”, dijo Bung-Fu abrochándose su cinturón de seguridad.
Vara de Oro asintió. “Siempre"
Mientras tanto, el monje Sin-pantalones iba rodando su gong por la calle hacia su sótano. Pacientemente esperó a que el semáforo se pusiera en rojo, y entonces empujó el voluminoso instrumento de percusión a la carretera.
La colisión hizo el sonido exacto de la iluminación.
“¡Misericordioso tarado!”, gritó Bung-Fu el Idiota agarrándose al tablero de mandos.
“¡Vas a conseguir que nos matemos!”
“¡Tonterías! ¡Me he auto-emancipado de estas mundanas leyes de tráfico!” cacareó Vara de Oro. “¡Soy un presagio de las Consecuencias!”
“¿Siempre conduces así?”, dijo Bung-Fu abrochándose su cinturón de seguridad.
Vara de Oro asintió. “Siempre"
Mientras tanto, el monje Sin-pantalones iba rodando su gong por la calle hacia su sótano. Pacientemente esperó a que el semáforo se pusiera en rojo, y entonces empujó el voluminoso instrumento de percusión a la carretera.
La colisión hizo el sonido exacto de la iluminación.
Extraído (y traducido) de The Black Iron Prison.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)