Vivimos en el más responsable de los mundos posibles.
Se trata de una inflexión espacio-temporal donde convergen la mayor sensatez y más sana coherencia.
En este mundo tan responsable en que vivimos, uno ya no tiene que ocuparse de los suyos. Si en el seno de una familia surge alguien
especial -según el consenso del resto, por supuesto sin preguntar al otro-, puede ocurrir que esta familia busque deshacerse de esa "persona especial": para ello existen centros de reclusión apropiados que cuentan con una numerosa plantilla de profesionales dispuestos a ejercer su trabajo sin el menor conato de pasión.
Que cada individuo precisa un trato diferente y único, que
todos somos especiales y todos tenemos una historia que contar,... todas esas tonterías pertenecen ya al pasado lejano, a cuando vivíamos en tribus, cuevas, desiertos, praderas, selvas. Esas exóticas gentes, que aún precisan de conocerse, preguntarse, ponerse de acuerdo y tenerse por iguales, y sus ridículas tradiciones y costumbres no tienen cabida en nuestra contemporánea sociedad moderna.
En este mundo sensato en que vivimos, cuando un tipo corriente lleva a cabo un acto reprobable según la Ley (unos papeles muy importantes), se lo encierra en un agujero. Hay agujeros habilitados a tal efecto y, por supuesto, también profesionales preparados. Para dilucidar si un tipo merece ir al hoyo o no, existen otra clase de profesionales que, por regla general, nunca pisan el hoyo. Se los llama jueces. Lo que determina si alguien puede convertirse en juez se puede resumir en cifras: una nota en un examen, un número considerable de contactos y colegas, una cantidad ingente de
tickets de compra con la cara del Rey (un hombre muy importante) en las arcas de su familia... Hacerse juez puede servir como medida inteligente para evitar el hoyo pero no todas las personas poseen el talento necesario, ése que antes he resumido en cifras.
En este mundo coherente donde vivimos, la Ley, esos papeles tan importantes que rigen nuestras vidas como ejes de metal que nos empalan, llama
derecho a la posibilidad por parte de las instituciones de ejercer violencia, de cualquier tipo, contra los individuos y
crimen al intento de estos últimos de ejercer cualquier tipo de violencia, incluida la resistencia, contra las instituciones y su violencia. Las instituciones son cosas realmente importantes, tan tan importantes que para definirlas hago uso de
wikipedia:
Las instituciones son mecanismos de orden social y cooperación que procuran normalizar el comportamiento de un grupo de individuos (que puede ser reducido o coincidir con una sociedad entera). Las instituciones en dicho sentido trascienden las voluntades individuales al identificarse con la imposición de un propósito en teoría considerado como un bien social, es decir: normal para ese grupo. Su mecanismo de funcionamiento varía ampliamente en cada caso, aunque se destaca la elaboración de numerosas reglas o normas que suelen ser poco flexibles.
Un ejemplo muy bueno de cómo funcionan las instituciones lo encontramos en los
Medios de Comunicación de Masas, pantallas y altavoces gigantes giratorios situados en torres llenas de antenas y cuya función principal consiste en crear una opinión concreta en la población respecto a sucesos sobre los que todavía no han pensado, entre otras razones porque los
MCM todavía no los han reseñado, y sobre todo, antes de que la población piense en estos sucesos. El acontecimiento ha de retransmitirse en el mismo instante en que el contenido del mensaje se manipula para que lo que se quiere hacer pensar a los receptores encaje perfectamente con la noticia que se comenta. Esto, que parece bastante complicado, resulta muy fácil en la práctica para los dedicados expertos cuyo salario depende de hacerlo correctamente; y si una noticia se considera sospechosamente difícil de encajar con la opinión que los
MCM quieren inculcar simplemente la obvian o posponen.
Los Amigos de la Ley, entre quienes figuran jueces, políticos (gente cuyo empleo considerablemente bien remunerado equivale a convencer a los demás ciudadanos de la utilidad imprescindible de dicho empleo), reyes,... de cada país poseen amigos en otros países. Para defender sus propios intereses y los intereses de sus amigos utilizan a los
MCM.
Por ejemplo, si unas cuantas miles de personas quieren protestar porque consideran que los mandatarios de la civilización en la que viven -todos muy Amigos de la Ley cuando actúan en público, único lugar donde dicha Ley se les aplica- les llevan a la ruina o matan de hambre, o destruyen ecosistemas enteros, o explotan/expolian/exterminan/[añadir otros] a pueblos alrededor del mundo, o torturan presos políticos (gente cuya estancia en
el hoyo puede prolongarse hasta el infinito), o todo a la vez,..., los mandatarios de la civilización lanzan a los policías (monstruos que se comen un hombre y se transforman en máquinas de obedecer y aplastar todo lo que ante sus ojos suponga desobediencia) para golpearles y los
MCM remarcan la necesidad de aplicar medidas para reducir a los manifestantes violentos (personas a quienes todo lo que antes mencioné sobre arruinar, matar, destruir, explotar/expoliar/exterminar, torturar,..., les molesta aparentemente más que a los otros y cuya presencia no resulta imprescindible para que los Amigos de la Ley lancen a sus policías), por culpa de los cuales toda la manifestación (acto mediante el cual la gente se manifiesta y tiene lugar en un emplazamiento y horario determinado pasado el cual la gente debería volver a casa y dejar de manifestarse) se ha ido al garete.
Después de los hechos, los
MCM dirigen debates donde todos los miembros de la discusión, que aparentemente disienten al principio pero se ponen de acuerdo justo antes de acabar el programa, condenan a los manifestantes violentos y abren nuevas vías de diálogo para seguir justificando el orden establecido: los amigos de la Ley pueden continuar arruinando, matando, destruyendo, explotando/expoliando/exterminando, torturando,... y el resto puede permanecer apoyándolos (en silencio o no).